viernes, 23 de abril de 2010

Islas Cíes, un paraíso de arenales y fondos marinos

El archipiélago gallego es un espacio natural único con una gran biodiversidad.
Nada más arribar a las islas verificamos que, en efecto, poseen un microclima muy diferente al del noroeste peninsular: aparecen entre las nubes los primeros rayos de un sol radiante que ya no nos abandonará en toda la jornada.
Los relieves modestos del archipiélago no suelen retener las nubes de los frentes procedentes del oeste, cosa que sí sucede en las sierras litorales del continente, donde descargan mayoritariamente las lluvias. El resultado es que el clima de la mayor parte de Galicia es netamente atlántico, caracterizado por abundantes precipitaciones y moderación térmica, mientras que en los archipiélagos de las Cíes, de Ons y Sálvora se da un clima que se halla entre el atlántico y el mediterráneo. En este caso particular, los científicos lo catalogan como “mediterráneo subhúmedo con tendencia atlántica”. Además, la temperatura es suave durante buena parte del año, con una media diaria de 19 ºC en los meses estivales y de 11 ºC, en los invernales.

COLONIAS DE AVES

Poco antes de atracar en el pequeño embarcadero de Rodas, avistamos una colonia de media docena de cormoranes moñudos asoleándose en la punta Muxieiro, la primera tierra que se alcanza viniendo desde el continente. En los archipiélagos de Ons y Cíes, se asienta la mayor parte de la población gallega de este ave, que se zambulle en el agua para pescar como un veloz y preciso arpón. Sin embargo, si hubiera que decidir cuál es el animal predominante en las islas, sin duda, habría que citar a la gaviota patiamarilla, especialmente abundante en primavera y comienzos del verano. Las parejas ponen entre uno y tres huevos, que eclosionan entre mayo y junio. La tarea de encontrar un lugar adecuado para la puesta en el reducido territorio de las islas es complicada por la masiva población (20.000 parejas).
En el extremo opuesto en cuanto a conservación, se halla el arao común, llamado “el pingüino gallego”, un ave marina elegante, buena pescadora y de andares en tierra similares a los del pingüino. En la década de los 60 vivía en la región una población de unos 3.000 ejemplares, pero hoy en día nidifican no más de seis parejas.
Nuestra guía del parque y experta conocedora de la naturaleza del archipiélago, Beatriz Gamallo, nos comenta: “Las colonias de aves, de importancia mundial, y los fondos marinos son dos de los principales valores del espacio natural; dos aspectos fundamentales en los que se basa la declaración de las islas Cíes como parque nacional.” Los fondos marinos más ricos y variados de las Cíes se encuentran situados en la costa oriental –la que mira hacia Galicia– resguardados del oleaje intenso del mar abierto. Fondos de laminarias, que son auténticos bosques submarinos de grandes algas pardas de hasta 2,5 metros de altura. Los fondos son arenosos, de cascajo –formados principalmente por sedimentos de restos de conchas de molusco–, rocosos y de maërl. Esta palabra de origen céltico-bretón alude a los fondos marinos de algas calcáreas o coralillos. Su intrincada estructura sirve de hábitat a una gran variedad de peces y crustáceos y a diversas especies de almejas, nécoras, vieiras, sepias y centollos, seriamente amenazados por una pesca no regulada.

LAS ISLAS DE LOS DIOSES

Un nuevo impulso para la conservación de la naturaleza de estas islas se dio en julio de 2002 –precisamente, el año de la catástrofe del Prestige–, al declararse como Parque Nacional Marítimo-Terrestre de las Islas Atlánticas de Galicia al conjunto de archipiélagos de Cortegada, Sálvora, Ons y Cíes. En total, 8.480 hectáreas, de las cuales, el 14% son terrestres y el 86%, dominio marino.
El archipiélago de las islas Cíes, el más meridional y montañoso, ya cerca de Portugal, está formado por la isla de Monteagudo o del Norte, donde arriban las navieras que trasladan a los visitantes; la isla del Faro o del Medio, que realmente forma parte del mismo territorio insular que Monteagudo, y la isla de San Martiño o del Sur, accesible tan sólo con embarcación particular.
El conjunto de playas, dunas y barras arenosas son uno de los ecosistemas más valiosos del archipiélago. Desde el punto de vista económico, por el evidente reclamo turístico, y desde el punto de vista científico, por la biodiversidad, singularidad y también por la fragilidad de las especies que en él habitan.
No es difícil escuchar que cualquier arenal de las Cíes es paradisiaco. Lo podemos comprobar si disfrutamos, por ejemplo, de la nudista playa Figueiras, de la recoleta playa de Nosa Señora o de la mencionada playa de Rodas, aproximadamente un kilómetro y medio de espléndido arenal que une el embarcadero y la punta das Vellas. A occidente de esta playa existe un rico complejo dunar y un pequeño mar interior, el Lago dos Nenos, una laguna somera de agua de mar comunicada parcialmente en su parte oeste con el océano. El fuerte oleaje de la zona occidental de las Cíes queda suavizado a la entrada del lago debido a una franja natural de rocas y al dique artificial de comunicación entre las islas de Monteagudo y del Faro. El resultado es que el lago es un remanso para muchas especies de peces que lo utilizan como refugio y lugar de desove y alevinaje. El lago, además, es un sistema dinámico influenciado por las corrientes y el dique-puente. En los últimos años está entrando mucho sedimento, así, debido a la sensibilidad del ecosistema y a su riqueza –congrios, doradas, sargos, pulpos…–, hoy en día está especialmente protegido como Zona de Reserva dentro del parque nacional.
Muchos fueron los pueblos que habitaron, invadieron o utilizaron como o refugio estas islas: celtas, suevos, ingleses, berberiscos, romanos… Estos últimos, navegantes del Mare Tenebrosum, apreciaron tanto las islas que las llamaron “islas de los dioses”, denominación que esperamos siga valiendo siempre para este espléndido archipiélago.
Por Miguel Martín Álvarez

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