Investigadores americanos demuestran por primera vez que los glaciares
pueden ser un factor activo para que las montañas de climas más fríos,
como los Andes Patagónicos en Argentina y Chile, sean más altas. La
investigación contradice la idea de que los glaciares actúan como
agentes erosivos que excavan fiordos y desplazan grandes cantidades de
sedimento.
El estudio, liderado por la Universidad de Arizona (EE UU), demuestra
que el efecto erosivo de los glaciares, denominado “erosión glaciar” se
invierte en las montañas de climas más fríos. Sin embargo, los
científicos “esperaban encontrar erosión”, explica Stuart N. Thompson,
autor principal e investigador en el Departamento de Ciencias de la
Tierra de la Universidad de Arizona (UA).
El equipo ha descubierto
los efectos protectores de los glaciares estudiando la Cordillera de
los Andes, en la Patagonia, la región más meridional de Sudamérica.
Antes “se pensaba que los glaciares limitaban la altitud de las montañas
en todo el mundo”, añade también Peter W. Reiners, coautor e
investigador de Ciencias de la Tierra de la UA.
Según el estudio, que se publica en el último número de la revista Nature,
el factor clave es el clima. Los glaciares que están sobre las montañas
en latitudes templadas se desplazan hacia abajo, y eliminan la
superficie de la montaña. Con el transcurso de los milenios, esa erosión
puede reducir la altitud y la anchura de una montaña en varios
kilómetros.
Sin embargo, en climas muy fríos como el de los Andes
Patagónicos, el equipo ha descubierto que, en lugar de eliminar la
superficie de la montaña, los glaciares protegen la cima y los laterales
de la montaña de la erosión. En este caso el equipo ha denominado a la
acción de estos glaciares “blindaje glaciar”.
“El clima,
especialmente por medio de los glaciares, tiene un impacto
verdaderamente grande en el tamaño de las montañas”, manifiesta Reiners.
“Lo que vemos es que por debajo de una determinada latitud, la erosión
glaciar funciona eficientemente con claridad, pero al sur de unos 45
grados, no sólo no se produce este efecto sino que sucede lo contrario”,
declara el científico que añade que “en realidad, los glaciares
protegen la superficie y permiten que las montañas sean más altas”.
“Los
Andes son un ejemplo de cómo montañas cuyo crecimiento sigue activo
están limitadas en altitud y tamaño por los glaciares”, informa Thomson.
Los Andes siguen creciendo impulsados por los movimientos de la corteza
terrestre. Sin embargo, si la erosión glaciar está activa, las montañas
son rebajadas al mismo tiempo.
En las montañas de crecimiento activo, las rocas calientes del
interior de la Tierra son empujadas hacia arriba. A su vez, la erosión
elimina las cumbres y los flancos de las montañas, y hacen que esas
rocas, calientes en el pasado, queden más cerca de la superficie. La
velocidad a la que se enfrían las rocas indica la rapidez con la que la
erosión elimina el material de la superficie situado por encima de esas
rocas.
Para averiguar la rapidez con la que los glaciares han
limado los Andes, Thomson y sus colegas analizaron las rocas que
actualmente han quedado expuestas en las montañas. Los científicos
tuvieron que navegar por fiordos de origen glaciar hasta la base de
glaciares remotos y recolectar rocas del tamaño de balones de fútbol
desde las latitudes 38º S hasta 56º S. En total acumularon 136 muestras.
Los
investigadores determinaron lo que los geólogos llaman la “edad de
enfriamiento” de las rocas, que indica la rapidez con la que la roca ha
quedado expuesta como resultado de la erosión. Los resultados demuestran
que las rocas se enfriaban más deprisa en el norte y más lentamente en
el sur. Cuanto más lento es el enfriamiento, más lentamente se erosionan
las montañas.
“Lo que viene a corroborar este descubrimiento es
que las montañas son más altas en el sur que en el norte. El
levantamiento gana en el sur y la erosión glaciar gana en el norte”,
recalca Reiners. Según Thompson, “el clima determina el tamaño de un
sistema montañoso, tanto si hay erosión glaciar como blindaje glaciar”.
Los científicos prevén que el blindaje glaciar se produzca también en
montañas de climas fríos muy al norte, como las de Alaska.
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