sábado, 5 de febrero de 2011

S.O.S. clima y energía


4 de Febrero del 2011 21:09:53 CDT
Los medios de difusión nos asoman frecuentemente a los colosales desafíos a los que se enfrenta la humanidad. Estos abarcan, entre otras esferas, la financiera, la energética, la ambiental y la alimentaria, a lo que se añade la salubridad y la educación.
Bélgica. A la izquierda emisiones debido a la quema de combustibles fósiles. A la derecha, torres de enfriamiento de la misma central eléctrica liberando vapor de agua. Foto: Mario Alberto Arrastía Ávila
Pero entre todos los problemas de alcance global que debemos encarar en el siglo XXI, hay dos que por su extrema gravedad amenazan la supervivencia de nuestra especie. Uno es la dependencia que tiene la matriz energética mundial de fuentes no renovables y muy contaminantes. El otro problema, indisolublemente ligado al primero, es la modificación de la composición química de la atmósfera que ha venido ocurriendo en los últimos 250 años, por la expulsión de gases y partículas debido a la actividad industrial, el transporte y la generación de electricidad.
Esto está provocando, entre otros impactos, el deterioro del clima a escala planetaria. El cambio climático es, además de un importante problema ambiental, un reto para el desarrollo sostenible, que tiene particular incidencia en los países más pobres y los pequeños Estados insulares.

Las causas

La quema de combustibles fósiles, la deforestación y los cambios en el uso de la tierra, son tres de las vías mediante las cuales la especie humana ha venido provocando cambios en la composición de la atmósfera que alteran el clima. Al quemar combustibles fósiles para generar electricidad, transportarnos o producir bienes de consumo, alimentos, maquinarias, etc., se liberan grandes cantidades de dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera. Cuando se destruyen los bosques escapa el carbono almacenado en los árboles durante su crecimiento. También ingresa a la atmósfera el carbono retenido en el suelo al quedar este desprotegido, una vez que la biomasa forestal ha sido removida.
Según la publicación State of the World 2009, del Worldwatch Institute, una organización estadounidense que estudia los problemas globales, la quema de combustibles fósiles y la producción de cemento provocan la emisión de 6,4 Gt (gigatoneladas) de carbono (6 400 millones de toneladas) anuales en el mundo. La deforestación y los cambios en el uso de la tierra conducen por su parte a la liberación anual de 1,6 Gt de carbono hacia la atmósfera.
Datos de la Agencia Internacional de Energía muestran que de 1990 a 2005 las emisiones mundiales de CO2 debido a la quema de combustibles fósiles aumentaron en 25 por ciento. Las emisiones de CO2 representaron en 2004 un 77 por ciento de las emisiones antropogénicas (debido a las actividades humanas) totales de gases de efecto invernadero (GEI).

Clima: historia y ciencia

Parte de la energía solar que recibe la Tierra es reflejada por la atmósfera y la superficie del planeta. Así una fracción considerable de la energía solar que recibimos calienta la superficie terrestre y es devuelta al espacio en forma de radiación infrarroja. Pero en la atmósfera existen de manera natural gases como el vapor de agua, el CO2 y el metano (CH4), conocidos como GEI, que «atrapan» parte de la energía que la Tierra devuelve al espacio en forma de radiación infrarroja. Esto trae como consecuencia que la temperatura media global sería mayor en caso que estos gases no existiesen.
De modo que el efecto invernadero es natural y además beneficioso, pues si la atmósfera no contuviese gases como los antes mencionados, la temperatura media global sería unos 30°C (grados Celsius) más baja. Esto ha tenido un impacto crucial en el desarrollo de la vida, ya que sin el efecto invernadero la mayoría del agua terrestre sería hielo.
El calificativo de gases de efecto invernadero proviene de la analogía entre su función en la atmósfera terrestre y el fenómeno que ocurre en el interior de los invernaderos que existen en los países de clima frío. Los invernaderos son casas de cultivo acristaladas cuyas paredes y techos se comportan como el CO2, el vapor de agua y el CH4 que hay en la atmósfera terrestre, atrapando la radiación infrarroja emitida por los cuerpos calientes dentro del invernadero. Por eso en su interior hay una temperatura apropiada para cultivar plantas, mientras que afuera es más baja.
Se atribuye al químico sueco Svante Arrhenius el haber descubierto en 1896 que el «equilibrio radiativo» de la Tierra dependía en gran medida del CO2 que hay en la atmósfera. El científico francés Fourier también había investigado sobre ese fenómeno casi un siglo antes. En su libro The Weather Makers, el australiano Tim Flannery plantea que Arrhenius especuló que de mantenerse los ritmos de quema de carbón de finales del siglo xix, la cantidad de CO2 podría duplicarse en 3 000 años. Agrega Flannery en su libro que en 1938 Guy Callendar, un joven británico aficionado a la meteorología, concluyó que el mundo se estaba calentando y atribuyó la causa a la quema de carbón y otros combustibles fósiles en las máquinas industriales.
En 1957, Roger Revelle, del Scripps Institute of Oceanography, en California, publicó un artículo donde dijo que las emisiones de CO2 debidas a la actividad humana estaban provocando un experimento geofísico a escala global. Cincuenta años después, James Hansen, un científico de la NASA, expresó conclusiones semejantes ante un Comité del Senado de EE.UU.
Al aumentar las emisiones de GEI aumenta su concentración en la atmósfera y la capacidad de la misma para atrapar la radiación infrarroja. Esto hace que se altere el equilibrio entre la energía solar incidente y la energía devuelta al espacio. El clima cambia para adaptarse a un nuevo estado de equilibrio. Entre 1970 y 2004, el aumento más importante de las emisiones de GEI provino de actividades de origen antropogénico. Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés), en 2005 las concentraciones de CO2 y CH4 en la atmósfera excedieron considerablemente el intervalo de los valores naturales de los últimos 650 000 años. De una concentración de dióxido de carbono en la atmósfera de 280 ppmv (se lee partes por millón por volumen) antes del período industrial, se pasó a un valor de 379 ppmv en 2005, un aumento de 35 por ciento.
La ciencia demuestra que el clima ha estado cambiando siempre por causas naturales como las variaciones en la actividad solar, erupciones volcánicas, cambios en la inclinación de la órbita terrestre, etc. Hubo épocas en que la temperatura media aumentó y en otras disminuyó. El nivel del mar no siempre ha sido el mismo. La paleo-climatología, ciencia que estudia los climas del pasado, provee conocimientos para comprender los cambios climáticos que hoy ocurren. En su Cuarto Informe de Evaluación, el IPCC plantea que la temperatura media global se incrementará entre 1,1 y 6,4°C durante el presente siglo, de no tomarse medidas nuevas para impedirlo. Es muy posible que la actual tendencia observada en el calentamiento del planeta no se deba solo a una serie de fenómenos naturales: la evidencia es cada vez mayor en el sentido de una discernible influencia humana en el clima global.

Escepticismo y corrupción

Ante todo lo anterior hay quienes se declaran escépticos. Otros disienten del criterio de que el cambio climático tiene un fuerte componente antropogénico. Pero más allá de escépticos y disidentes, están los corruptos que tratan de ocultarlo usando para ello su poderío económico. La Red Europea de Acción Climática (CAN por sus siglas en inglés) ha publicado un informe que demuestra que algunas de las compañías más contaminadoras y emisoras de GEI del viejo continente, han financiado a legisladores estadounidenses que se oponen a la implantación de leyes rigurosas que protejan el clima y limiten las emisiones de GEI.
Tomas Wyns, oficial principal de Políticas de la CAN, ha expresado lo preocupante que resulta el hecho «de que estos contaminadores europeos entreguen fondos a opositores al cambio climático en EE.UU., al mismo tiempo que luchan contra una legislación climática más fuerte en Europa».
Es algo así como «yo no doy un paso adelante hasta que tú hagas algo, pero además voy a tratar de que tú no hagas nada». Según la CAN, compañías como BAYER, BASF, Solvay, Lafarge, British Petroleum (BP), GDF-Suez, Arcelor-Mittal y EON apoyaron a senadores que bloquearon legislaciones sobre el cambio climático en EE.UU. por un total de 240 200 dólares y a otros que niegan los criterios científicos sobre la influencia humana en el cambio climático. Estos son quienes tratan de que olvidemos, por ejemplo, que la petrolera BP fue responsable de uno de los mayores desastres ecológicos de la historia, debido al derrame de crudo en el Golfo de México.
La organización ecologista internacional Greenpeace ha publicado un informe en el que pone su mirada inquisidora en la empresa Koch Industries, por su financiamiento a entidades, personas y políticos que ponen en duda la influencia antropogénica en el cambio climático.
Según Greenpeace, Koch Industries habría pagado a grupos conservadores que propagan desinformación sobre las políticas de energías limpias y la ciencia climática. En el informe de Greenpeace se lee que esta empresa habría «donado» con ese fin entre 1997 y 2008, más de 48 millones de dólares estadounidenses, cifra que duplicaría las contribuciones de Exxon Mobil con el mismo objetivo.
Se puede discrepar o disentir sobre la influencia humana en el cambio climático. Pero hay verdades irrefutables: la matriz energética mundial descansa en los combustibles fósiles y estos se agotan; su uso provoca la emisión de CO2 y metano; estos gases atrapan la radiación infrarroja; desde la Revolución Industrial la temperatura media global ha subido 0,7°C; los glaciares se derriten aceleradamente, y aumenta el promedio mundial del nivel del mar. Lo que sí es una conducta reprochable, es financiar mentiras para seguir ganando dinero con los combustibles fósiles mientras el clima «enloquece».
* El autor es especialista de CUBAENERGÍA y miembro de CUBASOLAR


www.juventudrebelde.cu/ciencia

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