sábado, 5 de febrero de 2011

"El consumidor tiene la solución a los problemas del medio ambiente"

Necesitamos consumir, pero no ser consumistas. El usar y tirar, derrochar la energía y el agua, los productos super envasados, dejar platos llenos sin comer, etc., además de inmoral, ya no da más de sí. Así lo señala Josep Vives (Barcelona, 1945), catedrático de la Universidad de Barcelona, en su libro "Los dilemas medioambientales del siglo XXI ante la Ecoética". Este experto recuerda que la humanidad se ha endeudado con la naturaleza y con las generaciones futuras, al consumir los recursos que generaría un planeta y medio. Los actuales problemas de la sociedad, desde la crisis económica hasta la subida de la electricidad, tienen una base ambiental y tarde o temprano deberán tomarse decisiones para evitar la autodestrucción. En este cambio, los consumidores son esenciales, argumenta Vives.
ENVIADO POR: ECOTICIAS.COM / RED / AGENCIAS, 04/02/2011, 10:58 H | 
¿Cómo ser consumidor sin ser consumista?

No por consumir más se es más feliz. Nuestros abuelos no basaban su felicidad en el consumo. El objetivo es disfrutar de la vida, no consumir a cada segundo. Además, somos una sociedad que se comporta como las avestruces: damos la espalda al problema del medio ambiente y así no se soluciona.

¿Los ciudadanos son conscientes de ello?

No ven las consecuencias de sus actos. Cuando la gente vivía en el campo, veía si el río se secaba o qué producía su huerto y se adaptaban. Hoy día, si se deja el grifo abierto todo el día solo se nota una pequeña subida en la factura, pero no se ve si el río o el pantano tiene menos agua. En España la gente no paga el valor real del agua, que viene de la naturaleza.

¿El agua debería ser más cara?

España es un país seco y consume mucha agua. El drama es que su precio está ligado al de la energía. Se utilizan medidas como las desaladoras, que funcionan bien, pero son muy caras porque necesitan mucha energía y el petróleo sigue subiendo.

La electricidad se ha vuelto más cara y ya se anuncia que no será la última vez que suba.

El Estado paga un 30% de lo que vale producir el kilovatio, para que el consumidor y la industria lo tengan más barato. Así se endeuda cada año entre 22.000 y 25.000 millones de euros, un dinero que no irá a hospitales, escuelas o infraestructuras. Siempre paga el ciudadano. Tarde o temprano esta deuda la asumirán los consumidores.

Pero la medida de subir los precios también es arriesgada.

Los políticos se enfrentan a una disyuntiva: el suicidio político o el suicidio ecológico. Si encarecen el agua y la energía, obligan a restringir el consumo, etc., pierden votos. Si no hacen nada, nos llevan a un suicidio ecológico. No hay que llegar a tales extremos, se puede lograr un equilibrio.

Algunos expertos sostienen que la tecnología evitará esos problemas, ya que aprovecha cada vez mejor los recursos.

La tecnología es cada vez mejor, pero tiene un efecto perverso conocido por los economistas: a medida que los precios bajan, el consumo aumenta. Pero la energía y el agua no son infinitos. De seguir así, las personas que hoy tienen menos de 40 años serán las primeras en sufrir las consecuencias.

¿Cómo debería cobrarse el agua y la energía?

Las políticas basadas en precios de bloques son acertadas y justas. En Cataluña varios municipios las aplican con el agua. Los 50 primeros litros por persona y día, un derecho básico, salen muy baratos. Si se pasa a 150 la factura sufre una gran subida, y con 300 muchísimo más. Pero habría que ir más allá. En California, hay viviendas que gastan 5.000 litros. Aunque puedan pagarlo debería estar prohibido y considerarse un delito, como cuando alguien roba. Abusar del agua y la energía significa quitar recursos a la sociedad y llevar a la miseria a las generaciones futuras. ¿Acaso hay un robo peor?

¿Hay que reducir el consumo?

No es tanto consumir menos sino mejor. Esto puede suponer comprar un producto más caro, de más calidad, y cuidarlo, para que dure más.

La industria parece haber optado por la "obsolescencia programada": productos que duran menos para tener que comprar nuevos antes.

La industria ha introducido este concepto, pero también en parte porque los consumidores no parecen dispuestos a, digamos, pagar por un coche más caro y tener el mismo durante 50 años. La industria siempre se adapta a lo que pide el mercado, es decir, los consumidores. Además, a la industria no le interesa despilfarrar porque se queda sin materias primas. Pasa lo mismo con los políticos. Sondean a sus electores para saber lo que quieren oír. La industria y los políticos tienen grandes responsabilidades, pero nosotros también.

¿Los consumidores tienen capacidad de influir?

El consumidor es un ser libre y ético con capacidad para influir. Cada vez hay más información, hay que asumir nuestra responsabilidad, organizarse y hacerla asumir a los políticos y empresas. El consumidor tiene la solución a los problemas del medio ambiente. Será lo que nosotros decidamos.

¿Las ONG son una buena forma de organizarse?

Las ONG están dando una lección moral, aunque también incurren en algunos defectos. Hay demasiadas, quizás deberían organizarse entre ellas. Y tendrían que exigir más a los gobiernos y empresas.

¿Tiene la crisis económica algún componente medioambiental?

Alguno no, todos. La economía neoclásica, imperante hoy día con las mismas bases de los años 40, ofrece beneficios solo a corto plazo y provoca grandes gastos sociales. Todo el mundo prevé su sustitución por una economía medioambiental.

¿Cómo afectará este cambio al ciudadano?

Tendrá que renunciar a algunas cosas, como el usar y tirar, o el consumir tanta energía y agua, pero no será tan grave. Los jóvenes de hoy día no tendrán estos bienes tan baratos, pero sí una vida basada en otros valores que hubo antaño.

No hay que inventar nada.

No. Antes respetaban la naturaleza porque sabían que dependían de ella. Hay que recuperar ese respeto, aprovechar todo sin desperdiciar nada. Y tener un poco de miedo, porque si no se cambia la situación será muy mala. Durante la crisis del agua de Cataluña, en 2008, se suprimió más del 30% del consumo de agua urbano.

¿No se corre el riesgo de que los ciudadanos pierdan su bienestar?

No, si el consumo es inteligente. En muchas viviendas, trabajos o comercios tienen todo el invierno la calefacción a 24º, y hay que ponerse en mangas de camisa. En verano tienen el climatizador a 18º y hay que ponerse una chaqueta. Esto no es razonable. Los médicos recomiendan en invierno estar con 18º y un poco abrigados. En Alemania los dormitorios no tienen calefacción porque no se considera saludable.

En su libro marca varias "preguntas ecoéticas claves", que podrían resumirse en cuántos seres humanos caben en la Tierra de forma sostenible y digna y quién y cómo se decide.

China decidió hace unos años controlar su población. Pero la clave no es solo decidir el número de habitantes, sino el consumo per cápita. El planeta duraría unos pocos años si todos consumiéramos como en Estados Unidos. Lo esencial es que la sociedad hable de estos temas en todos los niveles con calma y transparencia. Tenemos que ponernos de acuerdo para cambiar y no dejar de tomar decisiones por miedo a equivocarnos. De los errores se aprende.

¿Cómo lograrlo?

No tengo la solución y no conozco a nadie que la tenga. Pero sí sé que si no se debate de forma pública y clara, si no se empiezan a tomar aunque sea pequeñas medidas y ver cómo responden estamos condenados.

¿Estamos a tiempo de cambiar?
Sí. El ser humano siempre se ha enfrentado a retos. En el siglo XIX se morían de neumonía cinco o seis personas de cada diez en cada invierno, ahora no muere nadie. Hace unos años se miraba raro a quien trataba los temas medioambientales. Hoy día muchas personas reivindican el ecologismo y hay muchas organizaciones científicas dedicadas a ello.

¿La ciencia puede ayudar?

La decisión de cómo vivir es una cuestión ética. La ciencia dirá cuál es la enfermedad y las opciones para curarla, pero la sociedad debe decidir qué camino seguir.

¿Apostar por las energías renovables es una de esas decisiones?

Son el camino, pero no la panacea. La eólica es la renovable que más produce. Se necesitarían entre 1,6 y 40 veces la superficie terrestre para aerogeneradores que cubriesen la energía consumida en el mundo en 2008. Y el gasto de energía mundial sube un 2% cada año. Alternativas sí, pero hay que reducir el consumo.

¿Podrán los consumidores generar en su casa la energía que necesitan gracias a estos sistemas renovables?

No solo la producirán, sino que se preocuparán de no malgastarla. Los voluntarios de prototipos de coche eléctrico han demostrado que gastan menos, dan menos acelerones, hacen menos kilómetros, etc. porque son conscientes de las limitaciones de la batería.

¿Qué ocurrirá con el petróleo?

No se acabará, pero será muchísimo más caro porque habrá poco o costará mucho más extraerlo. ¿No es inmoral usarlo como combustible cuando sirve para hacer medicinas o productos domésticos que pueden durar décadas?

Los residuos son otro de los grandes problemas ambientales de los que no se quiere hablar.

Es un doble problema: además de malgastar recursos su gestión es cada vez más cara. Nadie quiere un vertedero al lado y se tienen que transportar cada vez más lejos, las plantas de tratamiento consumen cada vez más energía y agua, etc. En estas cuestiones ambientales, habría que hablar de manera clara de ecoimpuestos o ecotasas.

¿Qué opina sobre los alimentos ecológicos?

La producción actual de alimentos no podría pasar de hoy a mañana a este sistema, porque son más caros y su producción es menor. La sociedad debe decidir qué quiere por producto "ecológico": ¿se pueden utilizar tractores? ¿y regadíos intensivos? ¿o solo vale con abonos y pesticidas naturales?

www.consumer.es 

No hay comentarios:

Publicar un comentario