jueves, 7 de abril de 2011

La nueva carrera por el Ártico y la necesidad de una política europea para la región

7 abr 2011 - Por Pablo Colomer.

Nuestro director de comunicaciones, Nicholas Walton, hablaba hace unas semanas sobre un tema de gran actualidad, pero cuyo impacto se sentirá sobre todo en un futuro próximo. La región del Ártico, como el resto del planeta, se está volviendo cada año más cálida. Las implicaciones son casi innumerables; de manera sucinta, las podríamos agrupar en cuatro apartados: tráfico marítimo, recursos energéticos, movimientos migratorios y medio ambiente.
El océano glacial ártico es el más pequeño de la Tierra, una encrucijada territorial clave entre Europa, Asia y Norteamérica que conecta el océano Atlántico con el Pacífico. Su progresivo deshielo va a permitir la utilización a una mayor escala de dos de las rutas del Ártico: la ruta marítima del Norte, que se extiende a lo largo de la costa rusa y podría servir como alternativa al canal de Suez, y la del Noroeste, que se extiende por el norte de Canadá, entre Alaska y Groenlandia, y que podría erigirse como alternativa al canal de Panamá.
Las ventajas de estas nuevas rutas son importantes: acortamiento de los viajes, ahorro de energía, reducción de emisiones, fomento del comercio y descongestión del tráfico marítimo. ¿Las desventajas? Los riesgos sobre el medio ambiente y sobre la seguridad de la navegación, con bloques de hielo a la deriva amenazando a los grandes petroleros.
En cuanto a los recursos energéticos, según distintas fuentes en la región ártica se podría encontrar más del 20% de las reservas mundiales de hidrocarburos, además de reservas extraordinarias de minerales: estaño, manganeso, platino, diamantes o níquel. Debido a las dificultades planteadas por clima tan extremo, el desarrollo energético de la región ártica será complejo y costoso. Previsiblemente, habrá que esperar a 2020 para su explotación.
Los movimientos migratorios provocados por el calentamiento global amenazan con alterar toda la geografía humana de la región. Los expertos prevén dos procesos paralelos. Uno, la progresiva despoblación del interior de las tierras árticas, debido a las crecientes dificultades para el transporte terrestre, que desembocará en el establecimiento de grandes colonias en las zonas costeras. Y dos, la emigración de la población ártica hacia las grandes ciudades al sur del Norte, como Vancouver, Montreal, Toronto y Moscú, que podríamos considerar las grandes beneficiadas del cambio climático.
Por último, bajo todas estas cuestiones subyace quizá la más importante: la cuestión medioambiental. La región ártica actúa como uno de los reguladores del clima mundial: su deshielo contribuye a acelerar el calentamiento del planeta, con las consecuencias ya conocidas. La Unión Europea ya fijó su atención (noviembre de 2008) en los desafíos que plantea una región que le toca muy de cerca, aunque todavía habrá que esperar para una política para el Ártico de la UE.
La entonces comisaria de Relaciones Exteriores y de Política Europea de Vecindad, Benita Ferrero-Waldner, lo dejó muy claro: “La del Ártico es una región única y vulnerable situada en la vecindad inmediata de Europa. La evolución de la situación en esta región tendrá repercusiones importantes en la vida de las próximas generaciones de europeos”.
Será muy deseable que esa futura política contemple los mecanismos necesarios que eviten que el desarrollo de la región (inevitable para dar cabida a las actividades humanas antes mencionadas) no acabe como tantas otras veces: con una región maltratada y, en última instancia, empobrecida.
Documentos de interés:
Entrevista con Charles Emmerson, autor del libro “The future history of the Artic”. Podcast grabado por por Nicholas Walton, para escucharlo haga clic aquí.
“La geoenergía en el Ártico”, por Vicente López-Ibor Mayor. Política Exterior, número 134, marzo-abril 2010.

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