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martes, 22 de febrero de 2011

Invertir un 2% del PIB mundial evitaría el agotamiento de recursos naturales

22/02/11 Por Angélica Enciso L.

La inversión de 2 por ciento del PIB mundial (1.3 billones de dólares) en 10 sectores de la economía ayudaría a generar empleos, atacar la pobreza, reducir gases efecto invernadero y prevenir el agotamiento de los recursos naturales, sostiene el informe Hacia una economía verde, guía para el desarrollo sustentable y la erradicación de la pobreza, presentado ayer en México por Mara Murillo, directora adjunta del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).

Presentan Hacia una economía verde, informe del PNUMA

La inversión de 2 por ciento del PIB mundial (1.3 billones de dólares) en 10 sectores de la economía ayudaría a generar empleos, atacar la pobreza, reducir gases efecto invernadero y prevenir el agotamiento de los recursos naturales, sostiene el informe Hacia una economía verde, guía para el desarrollo sustentable y la erradicación de la pobreza, presentado ayer en México por Mara Murillo, directora adjunta del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).

Este paso significa una nueva "revolución industrial" y haría menos costoso actuar que no hacerlo, dijo por su parte Fernando Tudela, subsecretario de Planeación y Política Ambiental de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat).

Sostuvo que esto permitiría hacer frente a otros problemas ambientales, además del cambio climático, como son el agotamiento del agua y la biodiversidad.

La economía verde no es sólo una opción para los países desarrollados, sino también para los que están en desarrollo, ya que puede ser un catalizador del crecimiento y de la erradicación de la pobreza; los servicios ambientales de los ecosistemas y otros bienes naturales pueden representar entre 47 y 89 por ciento del PIB en algunos países, explicó Mara Murrillo. Destacó, asimismo, que la transición generalizada a una economía verde permitiría obtener más ingresos per cápita que el actual modelo económico y reduciría la brecha ecológica en casi 50 por ciento al año 2050, respecto del actual. En una simulación se proyectó que con esta economía verde se alcanzarían tasas de crecimiento anual más elevadas que con el modelo actual en un lapso de cinco a 10 años. En cuanto a la generación de emisiones, las de bióxido de carbono se reducirían en aproximadamente un tercio hacia el año 2050.

"En el mundo se gastan actualmente entre 1 y 2 por ciento del PIB mundial en subvenciones que a menudo no hacen sino perpetuar una utilización insostenible de los recursos en áreas, como los combustibles fósiles, la agricultura, el agua y la pesca."

Respecto a la generación de fuentes de trabajo, en la agricultura el número de empleos crecería en 4 por ciento, en bosques sería 20 por ciento, en transporte 10 por ciento y en energía 20 por ciento más. A la larga, el número de empleos nuevos y dignos que se crearán en sectores como las energías renovables o la agricultura sostenible compensarán los puestos de trabajo perdidos en la "economía marrón".

Entre los sectores que el informe propone invertir figura la agricultura, en la cual, con recursos que van de 100 mil a 300 mil millones de dólares anuales en todo el mundo hasta 2050, se podría alimentar a 9 mil millones de personas y al mismo tiempo mejorar la fertilidad del suelo y usar el agua de forma sustentable; además, habría un incremento de 10 por ciento en los rendimientos respecto de lo que se obtiene con las actuales inversiones.

Murillo mencionó por último el tema del agua, donde una reasignación de una décima parte del PIB mundial al año podría ayudar a resolver los problemas de saneamiento, a conservar el agua dulce, reduciendo la demanda en una quinta parte para el año 2050, en comparación con la tendencia prevista. Otras áreas son pesca, construcción, silvicultura, transporte, residuos y energía. www.ecoportal.net


Fuente: ecoportal.net

jueves, 30 de diciembre de 2010

Agua, conflicto y seguridad


Del total del agua en el planeta sólo el 2.5% es agua dulce disponible para el consumo humano. Ésa, dado los crecientes niveles de contaminación, es cada vez de menor calidad y su localización está cambiando debido a la alteración del ciclo hidrológico. Mientras tanto, el consumo aumenta, no sólo por el crecimiento poblacional, sino por los crecientes patrones de consumo, en buena medida relacionados al tipo de vida de la población.

Introducción

Como es de conocimiento público, del total del agua en el planeta, unos 1,400 millones de m3, sólo el 2.5% es agua dulce disponible para el consumo humano. Ésa, dado los crecientes niveles de contaminación, es cada vez de menor calidad y no sólo, su localización está cambiando debido a la alteración del ciclo hidrológico, mucho en respuesta a fenómenos como el cambio climático. (2)

Mientras tanto, el consumo aumenta, no sólo por el crecimiento poblacional, sino por los crecientes patrones de consumo, en buena medida relacionados al tipo de vida de la población.
Y es que ésa es cada vez más urbana y sin embargo sigue requiriendo más alimentos, todo en un contexto de una dieta que tiende a colocar la carne como alimento central (la producción de un kilo de carne de res requiere alrededor de 15 mil litros de agua además de que genera una gran cantidad de afectaciones ambientales como la emisión de gases de efecto invernadero lo que a su vez afecta el ciclo hidrológico (3). A nivel mundial lo es poco más de la mitad y en México, según INEGI, ya lo es en una proporción de ¾ partes. (4) Es un escenario complejo pues se estima que las zonas del centro-norte captan el 31% del agua en el país, involucran ¾ partes de la población; el 90% de las regiones de agricultura de riego y 70% de la industria generando el 87% del producto interno bruto (PIB). En cambio, en el sur sureste se observan datos opuestos con 23% de la población, 69% del agua y 13% del PIB. (5)

Se observa que la demanda de agua para consumo humano en México aumento seis veces en el último siglo y por tanto que la disponibilidad media per capita ha disminuido en una tasa media anual de 2.4% en los últimos 60 años (se pasó de 17 mil 742 m3 a 4 mil 312 m3). (6)

También es evidente la sobre-explotación de los acuíferos del país se triplicó en las últimas tres décadas del siglo pasado (90% de los 655 acuíferos nacionales, están en esa condición) (7); la carga contaminante de los ríos aumentó en 42%; o que el agua de buena calidad en el país disminuyó en 32%. Al mismo tiempo se reconoce que se trata sólo el 30% del agua (ello sin tomar en cuenta la calidad de tal tratamiento); se pierde de manera preocupante la capacidad de infiltración por la creciente degradación de los suelos y la pérdida de la biodiversidad, a la par del aumento de las superficies asfaltadas en las zonas de mayor población; así como se lastima de modo creciente la capacidad natural del ciclo hidrológico de reciclar los contaminantes.

Un dato representativo puntual es el flujo hídrico de la Ciudad de México. Su consumo ronda los 63 m3 por segundo. Obtiene un 50% del líquido del subsuelo pero a un ritmo de sobreexplotación del 140%. Un 25% se obtiene de la cuenca del río Magdalena y el restante 30% proviene del sistema Lerma-Cutzamala (una cantidad equivalente se pierde en fugas una vez en la ciudad). Al mismo tiempo, se desechan unos 45 m3 por segundo y sólo se tratan 4 m3 en las 28 plantas existentes. (8) La ecuación, tal cual, es insostenible en el largo plazo. (9)

Ahora bien, a pesar de lo innegable de los datos arriba expuestos, vale precisar que la escasez de agua también es en buena parte subjetiva en tanto que un estrés hídrico puede ser agudizado por conflictos distributivos, sea por procesos de disputa o despojo por parte de actores locales, regionales o internacionales que usualmente tienen intereses y poder de decisión distintos, divergentes y/o asimétricos. Siendo en tales escenarios, los pobres los más afectados (véase más adelante).

Por tanto, es causal que alrededor del 12% de la población consume el 85% del agua potable en proporciones promedio de un 70% el sector agroindustrial, un 25% el industrial y 10% en consumo doméstico. (10) Se trata de un contexto en el que los tres principales usuarios de agua a nivel mundial son India, China, EUA. Véase figura 1.

Siendo notable el grado de despilfarro estadounidense si se mira en términos per cápita. No sorprende entonces que a nivel mundial existan aproximadamente mil millones de personas sin acceso a agua potable o que 2.5 mil millones carezcan de servicio de saneamiento. El caso mexicano llama la atención pues revela un esquema verdaderamente ineficiente. En el país, el 77% del agua es de uso agrícola, esto es, por encima de la media mundial. Sin embargo, el país no produce los alimentos que requiere puesto que importa poco más de la mitad de sus alimentos, incluyendo granos básicos como el maíz y frijol.

En este contexto, si se toma nota de la advertencia de la CNA Corporation (11), respecto a la estimación de que en el 2025, alrededor del 40% de la población vivirá en países que experimentarán escenarios de escasez significativa, es claro que el asunto toma gran importancia en las distintas agendas de seguridad. Para México, el punto es relevante pues se calcula que para el 2069 el incremento del estrés hídrico será de entre un 20% y un 30% para zonas templadas y de hasta un 60% para zonas de clima cálido. (12) Tal eventual reducción y redistribución de la disponibilidad del líquido se verá acompañada además de un aumento poblacional que para el 2030 será de unos 125 millones de personas, mismas que demandarán un 25% más de agua que la registrada a principios de siglo.

En tal panorama es sintomático que Homer-Dixon sostenga que, “…los conflictos por agua, entre otros recursos estratégicos, pueden desencadenar conflictos bélicos, escenarios violentos y acciones autoritarias con fuertes implicaciones a la seguridad internacional.”

De la seguridad y conflictividad hídrica
La denominada “guerra por el agua”, así advertida a principios del milenio por el entonces vicepresidente del Banco Mundial, Ismail Serageldin aludiendo a que “…la próxima Guerra Mundial será por el agua”, radica, como se indicó, en el hecho de que su localización y calidad está cambiando. En tal sentido, zonas con potencial de conservar/incrementar sus reservas de buena calidad, pero también aquellas en las que se registran cambios de valores y percepciones sobre su escasez/disponibilidad y en las que se gestan intereses encontrados en un contexto de ausencia o cambios en la política y formas de gestión, se perfilan como estratégicas y conflictivas. A ello evidentemente se suma la conflictividad de las zonas donde la calidad y cantidad de agua disponible tiendan a ser decrecientes.

En este tenor, surge como elemento eje, el concepto de geopolítica o geopolitik y que fuese introducido por Rudolf Kjellen (13) y también elaborado por Friedrich Ratzel en el sentido de integrar la política, la antropología y la geografía. (14) Así, desde el deber del Estado de “expandirse o morir” de Ratzel, pasando por Karl Haushofer quien demostró la funcionalidad de la geopolítica en la concepción de la expansión nazi, hasta el pensamiento de John Mackinder, Alfred Mahan, Nicholas Spykman, Oskar Morgenstern, Edward Teller o Hery Kissinger, la geopolítica ha estado directamente vinculada al pensamiento militar, al poder y en particular a la preservación y expansión de la hegemonía mundial. Por lo anterior, la geopolítización del agua alude, estrictamente hablando, al rol estratégico que juega el recurso desde una visión del poder de Estado y de las clases que lo detentan; noción que ha llevado a considerarlo como cuestión de seguridad nacional. Se trata de una securitización del recurso que implica la toma de decisiones extraordinarias comparables al caso de una amenaza militar aunque en los hechos los datos indican que hay todo un abanico de medidas previas a ello. Y es que de 1948 a 1998 ocurrieron en el mundo tan sólo 21 acciones militares de gran escala y 16 acciones militares de escala limitada, mientras que al mismo tiempo ocurrieron 50 actos diplomáticoeconómicos hostiles y 164 actos de hostilidad verbal entre países con problemas derivados por cuencas fluviales transfronterizos. (15)

Ahora bien, es claro que este tipo de conflictos, transfronterizos, no son los únicos. Por el contrario, otras modalidades figuran incluso como las más comunes y las de mayor relevancia desde el punto de vista de la seguridad nacional, particularmente en lo que refiere a la seguridad interna. Me refiero a los conflictos distributivos, usualmente asociados a procesos de desposesión (usualmente en una dimensión de lo local-regional). (16) Esta figura de conflicto puede diferir notablemente de la de geopolítica del agua arriba descrita, y en tales casos es vista por la ecología política como conflicto distributivo de un recurso entre dos o varios actores. (17) Si bien, en efecto, pueden persistir rasgos de securitización, el énfasis es de otro tipo puesto que los conflictos pueden adquirir la forma de:

• disputas locales originadas por la degradación del recurso o desastres naturales;
• disputas por el acceso, uso y usufructo del agua resultantes de (in)migraciones y/o nuevos ordenamientos territoriales
• de procesos de acumulación por desposesión (inclúyase procesos de despojo por la vía del mercado; e.g. privatización formal o de facto, extranjerización); o
• de conflictos entre territorios o unidades políticas definidas al interior de un país por recursos compartidos, por ejemplo, desde el nivel de estados o provincias, hasta municipios y poblados.

Así, frente a la mencionada securitización del agua o de procesos de conflicto distributivo por el recurso, surge el señalamiento del rol que juega la política. Así, la idea de la hidropolítica (18) toma relevancia al ser entendida como la política referida al preciado líquido, pero que no es la política del agua o de aquella de la gestión y administración de los recursos hídricos disponibles. Esta última también se ha calificado como gobernabilidad hídrica en tanto los problemas de las capacidades o agencia de las instituciones para manejar el líquido. Así, la hidropolítica, que es generada por situaciones críticas o potencialmente conflictivas resultantes de la denominada “crisis hídrica” toma cuerpo, por ejemplo, en diversas modalidades de securitización del recurso. Esa puede incluso ser tan sólo a nivel discursivo. Y es que es claro que el acceso, gestión y usfructo del agua no sólo se definen por cuestiones técnicas o administrativas, sino sobre todo por contextos socio-político-económicos particulares.

De ahí que cuando se pretende planificar de manera más compleja y seria, una de las constantes es la aucencia o falta de fluidez de infomación de buena calidad entre los distintos actores responsables y a las diversas escalas de gobienro. Esto debe ser entendido por tanto como un fuerte obstáculo, no sólo a la gestión del líquido, sino a la propia planeación integral ecosocial de los territorios concretos. (19) Pero nótese, no es la falta de información lo que lastima la “gobernabilidad” (20), afectando con ello los contextos. Éstos últimos mas bien son lo que producen tal carencia o dificultad de los flujos de información y diálogo social. Y es que de no hacerse, no sólo quedarían claramente develadas las asimetrias en tanto al acceso, uso, usufructo y responsabilidades de preservación del recurso, sino que además, su costo político ciertamente podría ser mayor.

Geopolítica del agua en AL a principios del siglo XXI
En el continente Americano se identifican cientos de potenciales conflictos distributivos a nivel local, regional e internacional, esto es, prácticamente a lo largo y ancho de las principales cuencas de la región. A grandes rasgos, los conflictos pueden gestarse entre propietarios y/o usuarios del mismo tipo; entre gobierno y concesionarios/propietarios de la tierra; entre el gobierno en sus diversas escalas, las empresas y los pueblos; o entre gobiernos, sean locales, regionales o internacionales.

Los antecedentes son numerosos y van desde luchas de pueblos indígenas y campesinos en defensa del agua de sus territorios, de aquellos en contra de la construcción de represas (e.g. Red Latinoamericana Contra Represas que aglutina a numerosos movimientos – véase: www.redlar.org), hasta disputas mayores entre países. En lo que respectan a estas últimas y las de mayor grado de geopolitización, se identifican en el continente dos escenarios clave: 1) el caso del agua compartida con EUA, tanto canadiense como mexicana; y 2) las zonas del acuífero Guaraní y las de las cuencas compartidas de los ríos Plata/Paraná/Paraguay-Guaporé, Amazonas/Putumayo, y del río Negro-Orinoco.

Vale señalar en torno al primer caso, que las reservas canadienses son las más relevantes de Norteamérica y se localizan a la par del noreste de EUA, la zona más industrializada y con los mayores consumos de agua. Su rol es tal que en el marco de la Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte, se viene hablando de la posibilidad de exportar agua canadiense, un recurso que no quedo fuera del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y que por tanto es mercantilizable en el marco de dicho acuerdo internacional. (21)

Las aguas fronterizas con México (del Colorado y del Bravo), históricamente conflictivas, son relevantes también no tanto por su cantidad sino por su localización. La cuenca compartida del Bravo es justo una zona que tiene serios problemas de agua y de potencial recrudecimiento de las disputas por el líquido en el futuro. Del lado estadounidense además de grandes centros urbanos, existen importantes zonas agroindustriales que comienzan a tener problemas de abastecimiento del líquido (el caso de Texas, Kansas y Nebraska es llamativo dada la fuerte presión que ya ejercen sobre las reservas subterráneas del acuífero Ogalla y que es fuente del 70% al 90% de sus necesidades, mismas que representan el 27% de las tierras irrigadas de esa nación). Del mexicano destaca la fuerte presión que provoca la industria maquiladora, la agroindustria de exportación ahí emplazada, así como las propias necesidades de la población local. (22)

El escenario norteamericano es tan complejo que existe ya la preocupación por la ausencia de acuerdos entorno al agua subterránea binacional, al tiempo que se vislumbran posicionamientos conflictivos como el de la Agencia Stratford que precisan que: “...la debacle fronteriza por el agua puede llevar a descarrilar las relaciones comerciales diplomáticas, dañar el TLCAN y provocar confrontaciones entre los gobiernos locales y los residentes de la zona fronteriza.” (23)

En cuanto al segundo caso, Sudamérica, el asunto no es menor pues sólo el Guaraní cuenta con reservas de unos 55 mil km3 en una extensión de 1,190,000 km2 que se extiende a parte de Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay. Es zona de coexistencia de fuertes intereses empresariales y militares estadounidenses, pero también de otros países como los de Medio Oriente interesados en la compra-exportación-embotellamiento de agua del Acuífero. Ahí, como en el caso de México, hay interés en el negocio de la privatización de los servicios de agua y saneamiento, así como del recurso mismo.

La securitización en Sudamérica es patente desde los intereses estadounidenses como regionales. La militarización por parte de EUA por la vía del Comando Sur, sus bases y emplazamientos militares, responde a garantizar su posicionamiento en una zona estratégica, tanto por los recursos hídricos, biológicos y mineros, como por otros factores. (24) En este escenario, no extraña la advertencia del consejero del Pentágono, Andrew Marshall, sobre la falta de agua potable en el corto plazo y ante la cual EUA debía prepararse para estar en condiciones de “apropiarse” del líquido, “allí donde estuviese” y cuando “fuese necesario”. (25)

Desde luego, la apropiación del recurso es compleja pues no es viable llevarse el agua hacia EUA; no por lo menos en bulto (bulk). Cosa distinta es cuando se habla del agua que se emplaza cerca de las fronteras, o bien, del negocio del agua embotellada. Por tanto, el discurso y la proyección de las fuerzas de seguridad de EUA parecen responder más a justificar el emplazamiento de ésas como parte de una proyección geopolítica que desborda el tema del agua y que entre otras cuestiones sirve para garantizar el fluido negocio producto de la IED de ése país y por tanto de la transferencia de excedentes, pero también para limitar proyectos alternativos de nación o de integración independiente. Esto es, como mecanismo para mantener la subordinación de la región bajo la bien conocida visión monroísta-polkista de “America para los estadounidenses” (26).

Ante ello, se advierte la reacción brasileña de securitizar sus recursos mediante la implementación de un Sistema de Vigilancia de la Amazonía y un Sistema de Protección de la Amazonía como mecanismos de control de sus recursos estratégicos. Lo mismo aplica para Argentina, país que mediante su Plan Ejército Argentino 2025, colocó abiertamente desde 2006 la defensa de los recursos naturales estratégicos como principal hipótesis de guerra. (27)

A modo de reflexión final: conflictos distributivos del agua y seguridad ecológica
Se puede argumentar que la securitización del agua (“el agua como cuestión de seguridad nacional”), logra en el fondo opacar el debate sobre las estructuras sociopolíticas y las relaciones de poder existentes entorno a la degradación ambiental, el acceso, gestión y usufructo desigual de líquido; tanto en términos de las relaciones “Norte-Sur” como de entre ricos y pobres hacia adentro de los propios estados nación del continente. En este contexto, el concepto de seguridad ecológica, en oposición al de “seguridad ambiental” (securitización), adquiere una función explicativa importante si ése es visto como la seguridad de los pueblos y no simplemente del Estado. (28) Y es que mientras la seguridad ambiental del Estado tiende más a la toma de medidas reactivas y por tanto a la búsqueda de una “paz” impuesta mediante la fuerza del Estado (la securitización en su forma típica), la seguridad ecológica alude, como aquí es asumida, a la construcción y operatividad de medidas proactivas, dialogadas, concensuadas y, consecuentemente, socialmente justas. Este último es un esquema, o “un nuevo contrato social del agua” en el que el Estado es sólo un actor más en el proceso de diálogo, no obstante, funge como catalizador de tales o cuales medidas proactivas socialmente pactadas. Y si bien, la cooperación y coordinación de acciones son clave, ello, no debe entenderse como una situación que permite minimizar las responsabilidades diferenciadas de los actores, en particular aquella que le es propia al Estado en tanto responsabilidad social.

Por lo indicado, ante escenarios que prometen una escasez mayor del agua, y por tanto de escenarios de securitización y de conflictos distributivos de diversa índole, un nuevo contrato social del agua parece ser una alternativa necesaria para evitar costos sociales y ambientales innecesarios.

El pronunciamiento de la Asamblea General de la ONU del 28 de julio de 2010 es en este contexto relevante pues reconoce el derecho al agua potable y al saneamiento como derechos humanos básicos e insta a que se les garantice. El meollo del asunto es si se seguirá asumiendo tal derecho desde la óptica del mercado en el sentido de que el hecho de reconocerlo no implica que el líquido sea gratuito. Ese argumento en un contexto de pobreza generalizada (la mitad de la población mexicana vive en la pobreza o pobreza extrema, en un panorama de aumento del empleo informal, del desempleo y de la ausencia de alternativas para la juventud –de ahí los 7.5 millones de ninis) es riesgoso pues los costos sociales pueden ser agudos. Se calcula que para ingresos de un salario mínimo, el pago por el agua, al cierre de la década del siglo XXI, es en México de entre el 10% y el 20% de los ingresos.

Esto es que el costo del agua es peligrosamente regresivo e inequitativo pues puede ser catalizador de conflictos sociales (en tal sentido se contradice nítidamente la idea de seguridad ecológica planteada). Además, el atacar el problema del agua vía la demanda, no resuelve necesariamente el problema medioambiental pues mientras se tenga para pagar, en principio se puede seguir agrediendo la capacidad de carga de los ecosistemas. De subrayarse es que los mayores consumos per capita de agua corresponden justamente a quienes tienen mayor poder de compra. Y es que en cambio, si se mira el asunto dese la “oferta ecológicamente viable”, entendida ésa como la capacidad de carga de los ecosistemas, la propuesta de por ejemplo determinar la capacidad de carga de las cuencas hidrológicas, es clave pues permite definir la “elasticidad” de la oferta independientemente de la demanda (la cual puede ser parcialmente minimizada por medio de un ordenamiento territorial socio-ambiental integral ad hoc).

Ahora bien, cabe advertirse que en esta compleja coyuntura existe la posibilidad de que tome fuerza un discurso que, sobre la base de la crisis del agua y los posibles escenarios futuros, argumente la necesidad de canalizar fuerte sumas de capital a la construcción de infraestructura, lo cuál no es malo, al contrario. Pero, sí puede ser cuestionable en tanto que no necesariamente tiende a resolver o preveer del mejor modo posible los impactos socioambientales negativos existentes o por gestarse (léase, por ejemplo, grandes trasvases, mega-represas, etcétera). Ciertamente serían un gran negocio, pero bien podrían ser diseñados sin considerar seriamente el umbral de carga de los ecosistemas como límite a tales o cuales proyectos; podrían generar una mayor asimetría en cuanto al acceso, gestión y usufructo del recurso; o bien, tan sólo aplazarían el problema (sea en el tiempo o en el espacio).

Así pues, lo que algunos identifican como la débil gobernabilidad del agua en el país, desde la sociología Mills (29) se prefiere calificar tal fenómeno como irresponsabilidad organizada, y que permite no sólo no avanzar sino agudizar la problemática existente. Esta tendencia debe ser revertida con urgencia desde lo que aquí se ha calificado como seguridad ecológica y que implica en el fondo un replanteamiento de lo que se concibe por desarrollo (e.g. “desarrollo para el bien tener” o “desarrollo para el bien vivir”). 

Desde luego, lo anterior siempre en un contexto de respeto y tomando en cuenta las distintas realidades del país y la diversidad de perspectivas, tanto socioculturales como políticas y, con la condición de que toda acción vele, normativamente hablando, por el bienestar de todos y cada uno de los integrantes del tejido social. De notarse es que hay experiencias exitosas de manejo social/colectivo del recurso hídrico que pueden y de hecho deberían ser tomadas en cuenta. No sólo se trata de casos que permiten visualizar la posibilidad concreta de alternativas, sino que también ofrecen toda una diversidad de experiencias prácticas para cada contexto socioeconómico, político y cultural que se trate.

Tal vez la Constituyente de Bolivia sea uno de los esquemas más relevantes para la Latinoamérica contemporánea, no sólo por el grado de importancia que se le da al agua en términos legales, sino sobre todo, por la elaboración social detrás que llevara al consenso social de concebir al agua como recurso público de uso común. Desde luego, cada país y cada región deberá de experimentar su propio proceso, consolidarlo y mejorarlo con el tiempo a modo de garantizar una seguridad ecológica integral de largo plazo, es decir, del agua y de los propios ecosistemas que sustentan la vida misma. www.ecoportal.net

Gian Carlo Delgado Ramos es Investigador del programa “El Mundo en el Siglo XXI” del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México. Es integrante del Sistema Nacional de Investigadores.

Notas:
(2) Los cálculos estiman que para el 2050 habrá un aumento de la disponibilidad de agua de entre un 10% a un 40% en altas latitudes y zonas tropicales. En cambio, habrá un decremento en latitudes medias y regiones secas de entre un 10% y un 30%. Un escenario en el que las comunidades más pobres serán las más vulnerables y en particular las mujeres y niños.
(3) Sin Autor. “Water shortages are a growing problema, but not for the reasins most people think”. The Economist. EUA, 8 de abril de 2009.
(5) Muñoz Sevilla, Norma y Martínez Rodríguez, María Concepción. “Escasez y distribución del agua en México: impacto sobre la seguridad alimentaria.” Página electrónica del Consejo Consultivo del Agua. México, sin fecha. Disponible en: www.aguas.org.mx/...
(6) Nótese que 1,700 m3 per capita al año es situación de estrés hídrico, mientras que mil m3 es escasez.
(7) En el país existen poco más de 400 mil títulos en el Registro Público del Agua. Es un panorama en el que existe una sobreconcesión del agua. Sólo en 2007 se otorgaron más de 5,400 títulos; 5 mil 29 sin estudio de respaldo. Además, sólo 125 acuíferos sobreexplotados de Baja California, Cuencas Centrales y Río Braco, generaron un déficit de 5 mil 515 millones de m3. Es un contexto en el que a pesar de la urgencia de estudios de valoración serios e interdisciplinarios, es una constante el subejercicio en materia de “Manejo Integral del Sistema Hidrológico”.
(8) Esa agua tratada se usa en un 67% para riego de áreas verdes, 16% para recarga del acuífero, 10% en la industria, 5% en riego agrícola, y el restante en otros usos.
(9) Para mayores referencias sobre los flujos de materiales y energía, o la bioeconomía de la Ciudad de México, léase: Delgado Ramos, Gian Carlo. “Bioeconomía de la ciudad de México. Un balance frente al reto climático” Teorema Ambiental. Año. 16. No. 82. México. Junio-Julio de 2010.
(10) En México, las cifras son 77%, 14% y 9% respectivamente.
(11) CNA Corporation. National Security and the Treath of Climate Change. EUA, 2007.
(12) Magaña Rueda, Víctor. “La vulnerabilidad de México al cambio climático: el caso del agua en el centro de México”. Centro de Ciencias de la atmósfera, UNAM. México, 2008.
(13) Rudolf Kjellen (1864-1922) en “Introducción a al Geografía Sueca” (1900).
(14) Ratzel, Friedrich (1844-1904) en “Geografía Política”, Munich, Alemania (1897). El estado debía expandirse o morir, en palabras de Ratzel.
(15) Perló, M. y Arsenio González. ¿Guerra por el agua en el Valle de México?, UNAM/Fundación Friedrich Ebert, México, 2009.
(16) Sobre una teorización de los conflictos ambientales distributivos, léase: Martínez-Alier, Joan. El Ecologismo de los Pobres. Conflictos ambientales y lenguajes de valoración. Icaria. España, 2006. Sobre la conceptualización de “acumulación por desposesión”: Harvey, David. El Nuevo Imperialismo. Akal Ediciones. España, 2004.
(17) El concepto de ecología política fue propuesto explícitamente por Eric Wolf en 1972 aunque tiene antecedentes con Clifford Geertz y Karl Polanyi. En la década de 1990 se observa un florecimiento de trabajos desde la perspectiva de la ecología política que se interesaban en analizar la relación entre lo económico y lo político, los niveles de organización social y la apropiación de los recursos, todo visto desde la perspectiva de los contextos en los que se dan tales procesos y las relaciones de poder en cuestión. Para una revisión de la temática, léase Martínez-Alier, 2004. Op cit. También consúltese la revista editada originalmente por ese académico bajo el título “Revista Ecología Política” (www.ecologiapolitica.info). Para contribuciones sobre la securitización ambiental, léase por ejemplo: Homer-Dixon, Environment, Scarcity and Violence. Princeton University Press.
EUA, 1999; o Barnett, Jon. The Meaning of Environmental Security. Zed Books. EUA/Inglaterra. 2001.
(18) Maury, R. “Hidropolítica y conflictos por el agua en el Mediterraneo: el caso del Medio Oriente.” Citado en Ávila, Patricia. (editora). Agua, medio ambiente y desarrollo en el siglo XXI. México, El colegio de Michoacán, SEMARNAT/IMTA, SUMA. México, 2002.
(19) Esto significa que debe de cambiarse la modalidad actual de planeación en la que por un lado va la gestión del agua y por el otro la territorial. Se trata de una cuestión que ciertamente ha sido agudizada a partir de que las políticas neoliberales desvincularan los derechos del agua de los de la propiedad de la tierra.
(20) La gobernabilidad (governability) alude a la política o a las reglas del juego político entorno del recurso. En cambio, gobernanza se mira la manera de aproximarse al problema hídrico, en cómo se dirigen las instituciones y cómo se da, o no, la participación social. En tal sentido, se asume que existe gobernanza cuando las organizaciones estatales encargadas de la gestión establecen una política efectiva junto a un marco legal, formal e informal apropiado para establecer y gestionar el agua de forma tal que responda a las necesidades sociales (dígase para la gestión gubernamental y comunitaria del líquido, respectivamente). Debe además haber participación amplia y extendida de los distintos agentes sociales y fluidez de la información. Es de notarse que el concepto de gobernanza proviene del “corporate governance” y por tanto, en particular de una visión de los derechos privados. Es una noción que después se extenderá a la gestión de los recursos de uso común (o el common law).
(21) Léase: Barlow, Maude y Clarke, Tony. Blue Gold. Sttodart. Canadá, 2002; Delgado, Gian Carlo.“México: competencias y desventajas en el TLCAN.” Instituto Argentino de Desarrollo Económico – Realidad Económica. Edición Especial. Argentina, 12 de octubre de 2007: 1-23
(22) Léase: Delgado, Gian Carlo. Agua y Seguridad Nacional. Arena. Debate. México, 2005
(23) En ibid: 80.
(24) Léase: Delgado, Gian Carlo. “Geopolítica Imperial de los Recursos Naturales”. Memoria. No. 171. México, mayo de 2003; Delgado, Gian Carlo. “Seguridad nacional e internacional y recursos naturales. Tareas. No. 135. Panamá. Mayo- Septiembre de 2010.
(25) Townsend, Mark y Harris, Paul. “Now the Pentagon tells Bush: climate change will destroy us.” The Guardian. 22 de febrero de 2004.
(26) Léase al respecto: Guerra, Ramiro. La expansión territorial de los Estados Unidos. Editorial Ciencias Sociales. Cuba, 1975.
(27) Ministerio de Defensa. Plan Ejército Argentino 2025. Argentina, 2006.
(28) Retomo la sugerencia de Barnett, 2001. Op cit.
(29) Mills Wright, Charles. La elite del poder. Fondo de Cultura Económica. México, 2004.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Naturaleza, genes y saberes indígenas, los nuevos “activos financieros” del capitalismo verde

20/11/10 Por SENA-FOBOMADE

La COP10 llevó a la práctica la vieja estrategia diseñada por las IFIs, haciendo realidad los sueños más delirantes de transnacionales, banqueros y fondos de inversión. Con la lógica de que “sólo se conserva lo que cuesta”, la Conferencia de Nagoya llamó a “intensificar” la valoración económica de todos los bienes naturales, incluida la propia vida, como una nueva clase de “activos” financieros con valor monetario. De esta forma, la COP10 trastocó la “gestión de los ambientes naturales” en un “negocio”, e institucionalizó la mercantilización de todos los recursos de la naturaleza, incluidos los genes, los microorganismos, los “servicios ecosistémicos” (desde la polinización hasta la filtración del agua) y los conocimientos ancestrales de poblaciones indígenas de América del Sur.

La Décima Conferencia de partes del Convenio de Biodiversidad Biológica (COP10) celebrada a fines de octubre en Nagoya, Japón, instauró un “nuevo orden” económico internacional que mercantilizará todos los recursos de la biodiversidad, los últimos bienes comunes de la humanidad.

El acuerdo firmado en Nagoya es “un paso decisivo en los esfuerzos mundiales por la conservación de los recursos genéticos” porque compromete a 193 naciones a proteger el 17 por ciento de las áreas terrestres y el 10 por ciento de las áreas marinas hasta el año 2020, destacó el secretario ejecutivo del Convenio sobre Diversidad Ahmed Djoghlaf.
Según Djoghalaf, este instrumento legal será recordado como “uno de los más importantes en la historia de la cooperación multilateral y del ecologismo en particular” porque transformará la riqueza natural en un “bien de capital” y dará inicio a un “nuevo orden” económico y ecológico internacional.

La COP10 llevó a la práctica la vieja estrategia diseñada por las Instituciones Financieras Internacionales (IFIs) para revertir la degradación de los ecosistemas y la erosión genética, haciendo realidad los sueños más delirantes de transnacionales, banqueros y fondos de inversión. [1]

El Secretario del CBD premió el proyecto “Negocios y Biodiversidad” (B+B), lanzado en 2008 por la canciller Angela Merkel y la GTZ, por su contribución a “salvar la biodiversidad en el año Internacional de la Diversidad Biológica”.

Con la lógica de que “sólo se conserva lo que cuesta”, la Conferencia de Nagoya llamó a “intensificar” la valoración económica de todos los bienes naturales, incluida la propia vida, como una nueva clase de “activos” financieros con valor monetario.

De esta forma, la COP10 trastocó la “gestión de los ambientes naturales” en un “negocio”, e institucionalizó la mercantilización de todos los recursos de la naturaleza, incluidos los genes, los microorganismos, los “servicios ecosistémicos” (desde la polinización hasta la filtración del agua) y los conocimientos ancestrales de poblaciones indígenas de América del Sur.

Victoria del capitalismo verde
Lucrar con los bienes naturales es un viejo anhelo del capitalismo en crisis. Desde hace décadas, el Acuerdo General sobre la comercialización de servicios (AGCS) de la Organización Mundial de Comercio (OMC) clasifica todas las funciones de la biodiversidad genética y los conocimientos tradicionales de las culturas indígenas como “servicios ambientales” susceptibles de ser valorizados. [2]

En 2001, el programa Millenium Ecosystem Assessment (MEA) de la ONU comenzó calcular el valor de los ecosistemas del planeta, y hasta 2005 identificó cuatro tipos de servicios ambientales de los suelos, subsuelos, yacimientos de recursos naturales y recursos marinos. [3]

En 2007, la iniciativa The economics of Ecosystems and Biodiversity (TEEB) auspiciada por el PNUMA comenzó a calcular el valor de mercado de especies, moléculas y sobre todo de los “servicios ecosistémicos” que prestan bosques, humedales, praderas y arrecifes coralinos.

Si los ecosistemas proveen servicios esenciales para el bienestar humano, ¿por qué no pagar por ellos?, razona Pavan Sukhdev, director de la iniciativa TEEB y a la vez responsable de negocios internacionales del Deutsche Bank Servicios.

Según el PNUMA, “el pago por servicios ambientales” (por ejemplo el mantenimiento de un bosque para proveer agua o la reforestación de zonas degradadas para capturar el CO2, entre otras iniciativas) “contribuye a la creación de trabajos verdes y hace posible la diversificación de ingresos de la población rural”.

En 2008, el PNUMA lanzó la “Iniciativa de Economía Verde” con el fin de incentivar inversiones en ecosistemas y servicios derivados de la diversidad biológica, una “nueva generación de activos” que supuestamente estimularían el crecimiento económico, crearían empleos decentes y ayudarían a reducir la pobreza, al tiempo que mejorarían la sostenibilidad ambiental de la economía mundial. [4]

Desde entonces el capitalismo verde intensificó su ofensiva, deseoso de transformar la biodiversidad en dinero, hasta que finalmente ganó una batalla decisiva en la Convención de las Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica celebrada a fines de octubre de 2010 en Japón.

En Nagoya, el Banco Mundial propuso formalmente que la gestión de los ambientes naturales se convierta en un “negocio”, y presentó un proyecto piloto en seis o 10 naciones durante un período de cinco años, en asociación con India, Colombia, el PNUMA, ONGs conservacionistas, el Fondo del Medio Ambiente Mundial, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y Globe Internacional. [5]

El BM quiere enseñar a los países a cuantificar el valor de los ecosistemas y sus servicios en términos de ingresos y valor de activos; incorporar estos valores a la planificación y el diseño de políticas específicas que une la riqueza y el crecimiento económico; y elaborar directrices para la aplicación práctica de la valoración de los ecosistemas que se puedan aplicar en todo el mundo.

“La riqueza natural de las naciones debe ser un bien de capital valorado en combinación con su capital financiero, capital manufacturado y el capital humano. Las cuentas nacionales deben reflejar los servicios vitales de almacenamiento de carbono que proporcionan los bosques y los valores de protección de la costa que proceden de los arrecifes de coral y los manglares”, dijo el presidente del grupo del BM Robert B. Zoellick.

La contabilidad del capital natural debe movilizar recursos adecuados que permitan que la conservación de la diversidad biológica funja como un trampolín para lograr el desarrollo económico, explicaron Gustavo Fonseca de la FMAM y la directora general de la UICN Julia Marton-Lefevre.

El grupo TEEB también presentó las conclusiones de su investigación en la COP10. El informe recomienda realizar inventarios físicos de las reservas forestales y servicios de los ecosistemas; crear áreas protegidas nacionales y regionales, y valorar los servicios ecosistémicos. Garantiza a las transnacionales más de un 1,1 billón de dólares de “ganancias suplementarias” en 2050. [6]

La Conferencia aprobó un plan estratégico basado en el informe “TEEB para los negocios”, institucionalizó la mercantilización de la biodiversidad y sus ecosistemas, y refrendó un Protocolo que legitima la privatización de genes y conocimientos indígenas.

Se institucionaliza el capitalismo verde
La COP10 de Nagoya acordó “promover un entorno de políticas públicas que permita la intervención del sector privado y la incorporación de la diversidad biológica en las estrategias y procesos de adopción de decisiones empresariales…”; y “alentar la intervención de las empresas como interesados directos en toda revisión y aplicación futura de las estrategias y planes de acción nacionales sobre diversidad biológica”.

La COP10 llamó a “fomentar la iniciativa de Negocios y Diversidad Biológica como un medio para integrar más la utilización sostenible de la diversidad biológica en el sector privado”, determinando “una serie de opciones para la incorporación de la diversidad biológica en las prácticas empresariales…”.

El plan estratégico de la COP10 refuerza mecanismos financieros e incentivos como el Pago y compensación de servicios ambientales (PSE), las compensaciones por biodiversidad, los esquemas de certificación ecológica, y sugiere aplicar más ampliamente otros mecanismos que movilicen inversiones nuevas y adicionales para la conservación y restauración de la biodiversidad.

La COP10 pidió al Secretario Ejecutivo que apoye el programa de trabajo para explorar, evaluar y medir los valores, costos y beneficios de las áreas protegidas, teniendo presentes las características de los diferentes biomas y ecosistemas, y basándose en los resultados del estudio TEEB.

En ese sentido, la COP10 recomendó implementar de forma acelerada los mecanismos REDD-plus en programas de mitigación y adaptación al cambio climático; e incorporar al mercado de carbono no sólo los bosques sino también “servicios ecosistémicos” como la fotosíntesis, la polinización, la prevención de la erosión del suelo, entre otras “funciones de la naturaleza”.

Además, la Conferencia de Nagoya consensuó un Protocolo sobre el uso y distribución equitativa de los beneficios derivados de los recursos genéticos (ABS en inglés), que incluyen el “material hereditario contenido en las especies” y los “conocimientos tradicionales” ligados a la biodiversidad.

El Protocolo ABS facilita a las empresas el acceso a recursos genéticos y conocimientos tradicionales “con valor económico, científico o social”, con la condición de que compartan beneficios con la comunidad.

Estos beneficios pueden ser monetarios (mediante tasas de acceso, por muestra recolectada o adquirida de otro modo; pagos por adelantado, pago de regalías, tasas de licencia de comercialización, tasas especiales por pagar a fondos fiduciarios o salarios), o condiciones preferenciales mutuamente convenidas como por ejemplo la financiación de investigación, empresas conjuntas y la “propiedad conjunta de derechos de propiedad intelectual pertinentes”.

La COP10 creó la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios del Ecosistema (IPBES en inglés), un órgano integrado por representantes de Estados, expertos, empresarios y financistas, equivalente al Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC). [7]

El IPBES controlará la aplicación de la CDB hasta 2020, priorizando “el interés y las capacidades del sector privado (…) sobre la utilización sustentable de la biodiversidad y de los servicios de los ecosistemas como fuente de futuras operaciones comerciales y como condición de nuevas posibilidades comerciales…”.

Los bancos y sociedades financieras no disimulan su regocijo porque ahora pueden especular con territorios, áreas protegidas, reservas naturales y otros “sumideros de CO2” privados. Se abre una gran oportunidad de negocio con la diversidad biológica, celebra James Griffiths del Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible (World Business Council for Sustainable Development).

Cuadro: El precio de los “servicios” de la naturaleza
Los servicios de los ecosistemas de las costas tienen un valor estimado de 25.000 mil millones de dólares anuales. Conjuntamente con los arrecifes coralinos, suplen un estimado del 50 por ciento de la pesca mundial, proveyendo nutrición a cerca de 3 mil millones de personas, así como 50 por ciento de la proteína animal y minerales a 400 millones de personas de países en desarrollo, según el PNUMA.

También le han puesto precio a la polinización: “Los insectos polinizadores son proveedores de miles de millones de dólares a la naturaleza. Para 2005, el valor total económico de la polinización de insectos se estimó en 153 mil millones de euros. Esto representa el 9,5% de la producción agrícola mundial para la alimentación humana en 2005”.

El informe TEEB estima que las pérdidas económicas por la degradación ambiental suman entre 2 y 4,5 miles de millones de dólares al año. Calcula que una inversión anual de 45 mil millones en áreas protegidas podrían generar 5 miles de billones de dólares anuales en servicios de los ecosistemas, incluyendo el secuestro de carbono, la protección y mejoramiento de los recursos hídricos, y la protección contra inundaciones. www.ecoportal.net

Referencias:
[1] Las finanzas al asalto de la biosfera, Agnes Bertrand y Françoise Degert, Liberation, 29 de junio de 2010. Traducido por Susana Merino para Rebelión.
[2] Anexo 1B del Acuerdo de Marruecos Cf. 
http://www.marianne2.fr/Le-complot-de-l-OMC-contre-les-services-publics_a123832.html
[4] The Green Economy Initiative, http://www.unep.org/greeneconomy/
[5] Banco Mundial presenta programa que lista los ecosistemas como activos, Stephanie Dearing 

[6] Sugiere considerar los principios “quien contamina paga” y “recuperación total de los costos” en nuevos lineamientos sobre incentivos y la reforma fiscal. En algunos contextos se puede aplicar el principio de “el beneficiario paga” en apoyo de nuevos incentivos positivos tales como pagos por servicios ambientales, incentivos fiscales y otras transferencias fiscales que tienen por objeto alentar a los agentes del sector público y privado a proporcionar servicios ecosistémicos.www.ecosystemmarketplace.com – www.teebweb.org/LinkClick.aspx?fileticket=ubcryE0OUbw%3d&tabid=1021&language=en-US http://www.teebweb.org/LinkClick.aspx?fileticket=bYhDohL_TuM%3d&tabid=924&mid=1813

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