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martes, 29 de marzo de 2022

Explorar la fauna del fondo marino del sur de Georgia con SQUID

 

DSC_3434_020.JPG Katrin Linse

Recientemente pasé semanas cuatro y un bits a bordo del buque de investigación alemán RV agua azul Meteor junto con Oli Hogg, mi estudiante de doctorado. Nos tomó parte en la expedición de investigación “El metano Georgia del Sur” dirigido por el profesor Gerhard Bohrmann de MARUM (Centro de Ciencias Marinas Ambientales en Bremen).

Viajamos a Stanley en las Islas Malvinas a mediados de enero en una serie poco complicado de vuelos vía Santiago de Chile, Punta Arenas y Río Gallegos (Argentina). Después de una breve visita a Gypsy Cove, en las afueras de Stanley, para ver los pingüinos de Magallanes, partimos las Malvinas elMeteor . Tres días de navegación nos llevaron a Georgia del Sur, en el que habría de percibir nuestros datos.

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UN MAPA QUE MUESTRA GEORGIA DEL SUR Y TRAVESÍA DEL CRUCERO METANO GEORGIA DEL SUR (LÍNEA DE COLOR NEGRO), Y EL LOGOTIPO DEL CRUCERO. MARUM DE CRÉDITO

El objetivo general del crucero fue investigar en detalle las emisiones de gas metano que se descubrieron en los valles formados por el glacial talladas de la plataforma continental de Georgia del Sur en 2013. Estas emisiones de metano son causadas por bacterias que viven en y justo debajo del lecho marino y se descomponen orgánica muerta importar. En concreto, el crucero se dirigió a preguntas que incluyen la composición química de las emisiones, ya sea que lleguen a la atmósfera en cantidades significativas, y lo que las comunidades ecológicas se forman alrededor de los lugares donde el metano se filtra por el fondo del mar.

Oli y yo estaban particularmente interesados ​​en cómo estos afectan a las emisiones de metano del fondo marino de la biodiversidad – si la presencia de metano significa que los animales que viven en el fondo marino son diferentes de los de otras partes del sur de Georgia y el resto del Océano Antártico.

También estábamos interesados ​​en recoger datos sobre la presencia de microplásticos, que han sido poco estudiados en el Océano Antártico y tienden a hundirse al fondo del mar con el tiempo. Las numerosas muestras de sedimentos tomadas de las áreas alrededor de Georgia del Sur en este crucero de investigación se espera que nos permitirá abordar ambas cuestiones.

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IMPLEMENTACIÓN DEL ROV (VEHÍCULO OPERADO REMOTAMENTE) SQUID DE RV METEOR CERCA DE GEORGIA DEL SUR.

Nuestra tarea principal a bordo era trabajar con el equipo de control de vehículo de control remoto de MARUM (ROV) llamado SQUID . El ROV viajó al fondo del mar para investigar la cantidad de gas que filtra hacia fuera, así como su composición. El ROV también envía de vuelta un video en vivo, que utilizamos para investigar si los animales que viven cerca de las filtraciones de metano eran “típicos georgianos Sur” o si eran los únicos a los sitios de infiltración.

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UN EJEMPLO DE LA RICA FAUNA DEL FONDO MARINO ALREDEDOR DE GEORGIA DEL SUR, INCLUYENDO UNA ESTRELLA DE MAR (BLANCO), CORAL ESCOBILLA (NARANJA), HIDROCORALES (ROSA) Y DIVERSAS ESPONJAS Y BRIOZOOS INCRUSTANTES LAS ROCAS. IMAGEN TOMADA POR EL ROV MARUM SQUID.

Oli también utilizará las imágenes de vídeo desde el SQUID ROV para comprobar la exactitud de sus modelos de hábitat de mapeo, que serán utilizados en la revisión y evaluación del área marina protegida alrededor de Georgia del Sur que fue designada en 2012.

También gané una nueva fuente inesperada de datos de la multi-sacatestigos, un dispositivo que se baja de la nave y devuelve un número de muestras del fondo del mar. El multi-corer puede devolver hasta 12 muestras en cada despliegue, pero los biogeoquímicos a bordo sólo necesitaba unos pocos de ellos – que nos dejó con varios tubos de material del fondo marino a la muestra, criba y fijar en busca de los organismos de los fondos marinos que habitan.

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EL MULTICORER SE ESTÁ DESPLEGANDO CON LA ESPECTACULAR COSTA DE GEORGIA DEL SUR EN EL FONDO. LOS 12 TUBOS DE MUESTRA SON VISIBLES EN EL CENTRO DEL DISPOSITIVO.

Hemos vuelto a casa con una gama de emocionantes nuevos conjuntos de datos que mirar hacia adelante a analizar. Por ejemplo, tenemos conjunto único de la muestra para macro y meiofauna (animales más grande que 0,05 mm, o la anchura de un cabello humano). Utilizando esta información, esperamos que entender cómo el metano en los sedimentos del fondo marino influyen en la biodiversidad de la fauna y la abundancia.

También hemos obtenido datos sobre la presencia de microplásticos en diferentes sitios de Georgia del Sur, que presentan diferentes niveles de impacto humano. Por último, además de las secuencias de vídeo desde el ROV, Oli está escribiendo nuestras conclusiones sobre algunos de los sorprendentes comunidades animales de roca dura que nos encontramos en el suelo marino.

Esperamos analizar los muchos conjuntos de datos que hemos recogido y nos gustaría agradecer al equipo MARUM para un crucero de la ciencia altamente productiva y agradable!

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SALA DE CONTROL DEL SQUID ROV A BORDO DEL RV METEOR

Fuentebas.ac.uk/blogpost


jueves, 21 de febrero de 2019

Más allá de la limpieza de la playa

Greenpeace y la ONG local Society of Wilderness han estado trabajando juntas para inspeccionar TODA la costa costera de Taiwán de 1,210 km y estimar cuánta basura hay realmente en nuestras playas. ¡Nos llevó solo dos semanas! ¿Quieres saber cómo lo hicimos? Sigue leyendo ...


¿Alguna vez has estado en una playa de limpieza? Son muy divertidos. No solo sientes un sentimiento de contribución, sino que son eventos sociales y atractivos, ¡y son un gran ejercicio! ¡Piensa en todo ese aire fresco!
En Taiwán, la limpieza de playas se ha vuelto muy popular entre las ONG ambientales en la última década. De hecho, varios grupos locales se han ganado una reputación gracias a la organización regular de limpiezas costeras. También son eventos importantes en el calendario verde, especialmente para días importantes como el Día de la Tierra, el Día Mundial del Medio Ambiente y el Día Mundial de los Océanos.
Por muy divertidos que sean, lamentablemente son solo una pequeña parte de la solución. La limpieza de la playa es un evento destacado principalmente para mostrar, en lugar de ser una respuesta genuina a largo plazo a todos los desechos plásticos que se arremolinan en nuestros mares.
El problema es el gobierno y muchas personas consideran el plástico en nuestras playas como un simple problema de basura. Sin embargo, va mucho más allá de eso. Es un problema grave de contaminación marina que solo se puede abordar de manera definitiva en la fuente.
Revisar antes de limpiar
En la costa de Penghu, Taiwán, se realiza una encuesta de prueba de desechos marinos, llamada evaluación rápida.
Las limpiezas de playa son ciertamente excelentes como educación ambiental y actividades de participación. La gente realmente puede ver de cerca el resultado de todo el gasto de los consumidores allí mismo en la arena. Pero sin investigar de dónde vino esta basura y cuáles son los puntos calientes de desechos plásticos en la costa, nunca podremos abordar este problema de manera adecuada.
Afortunadamente, varias ONG en Japón y Corea pensaron sobre este problema hace 10 años y encontraron una solución genial. Ellos inventaron una técnica llamada evaluación rápida que es una forma científicamente sólida y eficiente de inspeccionar una línea de costa, averiguar dónde están los puntos calientes de basura y estimar el volumen de basura en una playa.
Utilizando los datos de estas encuestas, las ONG japonesas han presionado exitosamente a su gobierno para elaborar una legislación sobre desechos marinos que las autoridades locales utilizan para monitorear y limpiar playas y ayudar a educar al público.
Trabajando con una ONG local, Society of Wilderness, nos reunimos con trabajadores de ONG en Japón y Corea para diseñar un protocolo de evaluación rápida para Taiwán.
Rapido que?
Una gran cantidad de escombros marinos se lavan a través de las corrientes y durante los monzones en las costas de Taiwán.
Entonces, ¿qué es la evaluación rápida? Bueno, no recogemos la basura, al menos no al principio. En su lugar, escaneamos la playa observando y estimando cuidadosamente el volumen de basura en el sitio en términos del número de "bolsas" que hay. Básicamente, eso significa cuántas bolsas de basura podríamos llenar con basura hasta que la playa esté limpia.
El método es muy riguroso. Llamamos basura, "desechos marinos", y una "bolsa" se define como una bolsa de 90 litros con un 90% de capacidad para que se pueda atar fácilmente. Eso significa que alrededor de 80 litros de basura es una bolsa. Aquellos de nosotros que hacemos estas encuestas estamos capacitados para poder estimar fácilmente un tramo de costa con todo tipo de basura en diferentes partes en una cantidad de bolsas.
Hay una razón para lo "rápido" en "evaluación rápida". Esto se debe a que podemos cubrir un área grande en poco tiempo, lo que significa que podemos minimizar los recursos humanos y los costos.
La gran encuesta de playas de Taiwan
Greenpeace, The Society of Wilderness y otras ONG realizan una evaluación rápida de prueba. Las bolsas de basura grandes se utilizan para estimar el volumen de desechos marinos
Nuestros 15 encuestadores evaluaron toda la costa de 1,210 km de la isla principal de Taiwan en dos semanas en julio.
Establecimos estaciones de monitoreo cada 10 km, lo que significa que teníamos 121 de ellas. En cada estación, hicimos una estimación visual de la basura a cada 100 m. Esta distancia es generalmente aceptada por la comunidad científica como ideal. Tomamos muestras desde el borde del agua hasta una distancia de 1 m en cualquier área cubierta de hierba o hasta el dique.
Además de estimar el número de bolsas, nuestros topógrafos también registraron información de ubicación: lo fácil que sería llevar un vehículo al sitio, la geología de la costa y el tipo principal de basura.
Tuvimos talleres de capacitación y diseñamos cuidadosamente un protocolo para convertir la encuesta de playas en un proyecto de ciencia ciudadana.
Esta es la primera vez que la costa de Taiwan ha sido completamente estudiada de esta manera.
También es la primera vez que Greenpeace colabora en un proyecto de este tipo con ONG locales.
Entonces, ¿qué encontramos en esa primera encuesta?
Los artes de pesca desechados son una seria amenaza para la vida marina y requerirán maquinaria pesada para eliminarlos.
● Alrededor del 56% de los desechos marinos se concentró en solo el 10% de la costa.
● Los artículos de basura más comunes fueron botellas de plástico, artes de pesca (redes, cuerdas y boyas) y vajillas de un solo uso.
● Anteriormente, los datos de la ONG International Coastal Clean-up, que a menudo realizan limpiezas de playas aquí, mostraron que los plásticos de un solo uso eran los artículos de basura más comunes. Nuestra encuesta que muestrea toda la costa y estima la cantidad en términos de volumen en lugar de artículos por primera vez reveló que el arte de pesca desechado es un problema grave.
 Mala boya
Debido al uso de la evaluación rápida en Corea y las medidas tomadas, el país ahora ha reducido a la mitad el número de boyas de espuma de poliestireno desechadas. Una vez que las ONG descubrieron que las boyas provenían de las granjas de ostras, el gobierno comenzó a alentar a los agricultores a elegir una opción más ecológica, el reciclaje subsidiado de las boyas abandonadas (la tasa de reciclaje aumentó del 80%) y se centró en los puntos calientes para llevar a cabo la limpieza. Sube y educa al público.
Nuestro trabajo acaba de empezar. Pero estamos en camino de hacer un cambio de política real e informado para limpiar nuestros hermosos océanos.

lunes, 18 de febrero de 2019

El mar está cambiando de color


Imagen: REUTERS/ CHINA OUT

Para finales de siglo, gran parte del mar habrá cambiado de color. El fitoplancton marino, la base de los océanos, está sufriendo el impacto del cambio climático, alterando su composición y distribución. Estos organismos usan clorofila para sintetizar la energía solar, siendo responsables de la porción verde del agua. Ahora, un estudio ha elaborado un modelo sobre cómo será el color de los océanos a lo largo del siglo según le vaya al fitoplancton. Con el calentamiento, los mares seguirán siendo azulados o verdosos, pero con nuevas tonalidades. Y el cambio de color indica toda una cadena de cambios en la vida marina.
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El mar es azul porque refleja la luz azul. Cuando los rayos solares inciden sobre las moléculas de agua la mayor parte del espectro de la luz (el arcoíris en el que se descompone) es absorbida. Solo la banda del azul (en torno a los 443 nanómetros de la longitud de onda) rebota y, como sucede con el cielo, el mar se ve azul. Pero no es un color puro, en realidad todo son tonos de azulados a verdosos, con el turquesa entre medias. Y es así porque en el mar no solo hay agua, también hay plantas, microorganismos y otros tipos de materia orgánica que le dan su paleta de colores.
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El fitoplancton era, según se consideraba hasta no hace mucho, un conglomerado de algas microscópicas que, como el resto de vegetales, cuentan con un pigmento verde, la clorofila, para realizar la fotosíntesis. Y esto hace que la luz que más refleje sea el verde, de ahí las tonalidades verdosas de muchas partes de los mares. Aunque ahora los biólogos han complicado las cosas y en ese conglomerado también habría cianobacterias y protistas, todos estos microorganismos viven de la energía que obtienen de la luz y solar y, para sintetizarla, también usan la clorofila, reforzando los tonos verdes. Desde hace unas décadas, la observación desde satélites ha servido para inferir la presencia de clorofila como indicador de la biodiversidad marina.
Los satélites usan el color del mar para inferir la concentración de clorofila y, por tanto, de fitoplancton.
Ahora, un grupo de investigadoras de universidades de EE UU y Europa han elaborado un modelo para estudiar cómo está afectando el cambio climático al fitoplancton y, por tanto, al color del mar. La mayor parte del calentamiento global lo están absorbiendo los océanos. Se estima que, de no hacer nada para reducir las emisiones de CO2, la temperatura media global de la superficie marina suba en 3º para finales de siglo. De ser así, se producirían una serie de impactos en el ciclo de la base de la vida oceánica, el fitoplancton. Bueno, ya se estarían produciendo.
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"El calentamiento de los océanos altera la circulación oceánica y la porción [de aguas] del océano profundo que emerge a la superficie. El fitoplancton necesita la luz (su fuente de energía) y nutrientes. Y la mayor parte de esos nutrientes viene de las profundidades", explica en un correo la investigadora del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y principal autora del estudio, Stephanie Dutkiewicz. "Los cambios inducidos por el calentamiento están provocando que lleguen menos nutrientes a la capa superficial, por lo que lo más probable es que el fitoplancton disminuya en muchas partes del océano", añade esta experta en la biogeoquímica del mar.
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Uno de los procesos biogeoquímicos más afectados por el cambio climático es el de la circulación oceánica: conforme a las diferencias de temperatura, las aguas se mueven tanto verticalmente (en profundidad) como en latitud (hacia y desde los polos). Con el calentamiento, esta circulación se está ralentizando, aumenta la estratificación de la columna de agua y se reduce la mezcla de aguas profundas y superficiales. Todo esto explica que la aportación de nutrientes, en particular los macronutrientes, se esté reduciendo.
Los océanos seguirán siendo azules, aunque habrá variaciones en el tono entre el azul, el turquesa y el verde.
"Las temperaturas también afectan a cómo de rápido crece el fitoplancton. Algunas especies adaptadas al agua caliente lo hacen más rápido que otras adaptadas a las más frías. Así que, con un océano más cálido en las regiones donde haya más nutrientes, unas aguas más calientes pueden aumentar la cantidad de fitoplancton", recuerda Dutkiewicz. Así que habrá cambios regionales en la composición, cantidad y distribución de las comunidades de microorganismos marinos que colorean el agua.
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Según los resultados del estudio, publicado en Nature Communications, buena parte del océano ya está cambiando de color y, para 2100, estiman que hasta algo más del 50% de la superficie marina podría tener otro color. "Los cambios serán muy sutiles, el ojo humano probablemente no los vea, pero sí los sensores ópticos", aclara la investigadora del MIT. "Sí, el mar seguirá siendo azul. Algunas regiones, grandes zonas al norte y al sur del ecuador, los giros subtropicales, serán posiblemente más azules, incluso", añade. Mientras, el verde se hará más presente en las aguas polares y en las aguas costeras tropicales donde el fitoplancton lleve mejor el calor.
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Imagen: Current day Chl-a and its interannual variability. Composite mean Chl-a (mg Chl m−3) for 1998–2015: a model actual; b model satellite-like derived (using an algorithm and the model RRS,); c Ocean Colour Climate Change Initiative project (OC-CCI, v2) satellite derived. Interannual variability defined as the standard deviation of the annual mean composites (1998–2015): d model actual; e model satellite-like derived; f OC-CCI, v2 satellite derived. White areas are regions where model resolution is too coarse to capture the smaller seas, or where there is persistent ice cover. Statistical comparison of derived model and OC-CCI product are provided in Supplementary Figs. 1–3. Model actual Chl-a is the sum of the dynamic Chl-a for each phytoplankton type that is explicitly resolved in the model. It is equivalent to the Chl-a that would be measured in situ. This is distinct to satellite-derived Chl-a which is calculated via an algorithm derived from the reflected light measured by ocean colour satellite instruments
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El modelo que han usado para estudiar la evolución del color se venía utilizando para predecir los cambios en el fitoplancton, las explosiones locales de algas o la acidificación oceánica. Ahora, en los parámetros que han incluido han sumado otros elementos presentes en el agua, además de la clorofila. En particular, detritus y otra materia orgánica disuelta. Reconocen, sin embargo, que para acertar mejor con el color del mar del futuro habrá que incluir otros constituyentes microscópicos del agua marina, como son las bacterias, los minerales o la propia salinidad del mar.
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Jefferson Keith Moore, biólogo marino en la Universidad de California en Irvine, publicó el año pasado un estudio en la revista Science sobre los efectos del cambio climático en el fitoplancton y las consecuencias globales de su reducción. También publicó un resumen del mismo en la web del Foro Económico Mundial, Las plantas del mar, como llama al fitoplancton, necesitan, además de sol, nutrientes como nitrógeno o fósforo. Si la circulación oceánica es frenada por el calentamiento global, estos nutrientes no llegarán a la superficie. Aunque el estudio se remite a un escenario temporal algo lejano (el año 2300), sus resultados muestran que, al haber menos plantas, habrá menos zooplancton (animales microscópicos) de los que puedan alimentarse los peces pequeños, que reducirán sus poblaciones, lo que pondría en aprietos a los depredadores más grandes, como delfines, tiburones o humanos. Y todo empezará con un cambio en el tono del azul del mar.
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Escrito por
Miguel Ángel Criado../..Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no del Foro Económico Mundial.
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sábado, 20 de octubre de 2018

Hagan historia: creen la mayor área protegida de la Tierra

El océano Antártico está amenazado por el cambio climático, la contaminación y la pesca industrial. Por eso pido a los líderes mundiales que se pongan de acuerdo y creen el mayor santuario marino del mundo.

Un pingüino en la Antártida GREENPEACE

Pensé que haría frío. No solo frío, sino más frío que en cualquier otro lugar en el que hubiera estado en mi vida. Había imaginado aguerridos exploradores con largas barbas cubiertas de hielo en mitad de la ventisca. Pero nada más lejos. De pie, allí, bajo el sol radiante de la Antártida, escuchando cómo crujían los icebergs azules y viendo a los pingüinos entrar y salir del agua, me sentí completamente hechizado por la belleza de la naturaleza en su estado más puro. 
En lo que no había pensado era en la oscuridad. Y no en la oscuridad de la noche -aunque como europeo, el hemisferio sur me descubrió una nueva astronomía deslumbrante-, sino en la de las profundidades heladas del océano. La que descubrí al sumergirme casi medio kilómetro hasta el fondo marino antártico. 
Javier Bardem en su viaje a la Antártida con Greenpeace
Fue en enero de este año y me acababa de unir a una expedición de Greenpeace como parte de su campaña para lograr la creación de un enorme santuario en el océano Antártico. Con 1,8 millones de kilómetros, sería cinco veces más grande que Alemania. Si lo conseguimos, algo que puede ocurrir cuando los gobiernos se reúnan en las próximas semanas, se convertiría en el área protegida más grande de la Tierra. Ya somos más de dos millones de personas pidiendo que se haga historia. 
El equipo científico a bordo del barco tenía dos pequeños submarinos que les permitían llegar donde el ser humano nunca antes había estado e investigar ecosistemas sobre los que apenas sabemos nada: hábitats profundos que hasta entonces tan solo habían visto a través de una pantalla, pero nunca delante directamente de sus propios ojos. La emoción pudo más que el frío del verano antártico. 
Así que allí estaba yo, en un submarino diminuto, con espacio para tan solo dos personas, sumergiéndome hasta las fronteras del conocimiento humano. La luz se desvaneció de repente y alrededor de nosotros el mar tornó azul intenso. Cuando descendimos cientos de metros bajo la superficie, me rodeó una espesa oscuridad. No tenía ni idea de que el océano pudiera adquirir ese color. Completamente negro.
En la parte delantera del submarino, una linterna brillaba como una luz en mitad de la noche para un niño con miedo a la oscuridad. Era la luz que mostraba el camino hacia el fondo del mar. 
El espectáculo tal y como se aparecía a la vista era asombroso. De entre las gélidas y oscuras profundidades emergió una masa de vida vibrante. 
Javier Bardem en el submarino de Greenpeace
Las temperaturas son tan bajas que la vegetación apenas sobrevive aquí. Casi todo es vida animal: extraños y fantasmagóricos peces casi transparentes; arañas marinas que parecen sacadas de una película de ciencia ficción; coloridas y retorcidas ofiuras, estrellas de mar, corales, esponjas.                                   
Al salir de nuevo a la superficie, las burbujas del submarino se disiparon con la luz. Fue como despertarse de un sueño, las criaturas intangibles del abismo quedaron atrás. Sin duda, había visto las luces y sombras del Antártico. En su superficie, las colonias de pingüinos se extienden kilómetros y kilómetros en islas cubiertas de nieve, con millones de parejas reproductoras cuidando a sus crías en este ambiente inhóspito. También hay ballenas enormes por todas partes que se alimentan de bancos gigantescos rosados de kril, un pequeño animal parecido al camarón, en el que se basa casi toda la vida salvaje de la Antártida. Las focas lobos y los elefantes marinos descansan sobre bloques de hielo a la deriva. Mientras, abajo, otro mundo sigue existiendo en esa oscura vitalidad. 
Se dice que hay más gente que ha visitado la luna que el fondo del océano Antártico. No sé si será verdad, pero lo cierto es que se siente así. Sabemos muy poco sobre este entorno insólito, por eso es tan importante protegerlo antes de que sea demasiado tarde. 
A menudo, lamentamos la destrucción del medio ambiente una vez que ya ha ocurrido. Y es cierto que la vida salvaje en la Antártida se enfrenta a amenazas por culpa del cambio climático, de la contaminación y de la pesca industrial. Pero esta zona sigue siendo una de las regiones más prístinas del planeta. 
Ahora tenemos la oportunidad de protegerla. Los gobiernos responsables de la conservación de las aguas antárticas se reúnen la semana que viene en Hobart, Australia. Qué mejor forma de preservar el océano Antártico que la de crear el área protegida más grande de la Tierra en su corazón, en el mar de Weddell. Esto situaría el área fuera del alcance de la actividad humana en el futuro, protegería a pingüinos, focas y ballenas y al resto de la vida salvaje de la zona y ayudaría a luchar contra el cambio climático. 
Me siento orgulloso de ser una de las dos millones de personas en todo el mundo que se han unido este año para exigir a los líderes mundiales la protección de la Antártida. 
La mayoría de ellas nunca visitará la Antártida, pero su pasión por protegerla me admira, es inspiradora. Se lo han pedido a sus representantes políticos, han animado a sus amigos y familiares a movilizarse. Miles de personas se han disfrazado de pingüinos y han bailado sobre el hielo para despertar conciencias, desde las calles de Pekín a las de Buenos Aires, han instalado esculturas de pingüinos desde Johannesburgo hasta Seúl. Un movimiento global por una región que nos pertenece a todas las personas. 
Ha llegado el momento: los gobiernos están a punto de reunirse en la Comisión del Océano Antártico y deben saber que millones de ojos les observan instándoles a actuar. Necesitamos preservar la Antártida para las generaciones futuras. Queremos que su abundancia de vida salvaje florezca y sus especies migratorias prosperen entre todos los océanos. Nuestro objetivo es mantener océanos sanos que contribuyan a la seguridad alimentaria mundial. Para ello, es necesario que el océano Antártico siga siendo uno de los mayores almacenes de CO2 del mundo. Por eso, en realidad, lo que sucede en la Antártida nos afecta a todos.

sábado, 7 de abril de 2018

La crisis del plástico es más grave de lo que piensas: no basta con reciclar botellas

El plástico está en lo que comemos, bebemos y en el aire que respiramos y representa una amenaza cada vez más importante para la salud humana. En los años 50 el mundo producía dos millones de toneladas de plástico al año. Ahora son 330 millones de toneladas. La Gran Mancha de Basura del Pacífico es mucho mayor de lo que se creía

ANILLAS DE PLÁSTICO PARA BOTES DE CERVEZA SE CONVIRTIERON EN UNA PRISIÓN PARA ESTA TORTUGA. EFE
Oeste de Gales, hace dos fines de semana. Un viejo colchón que probablemente había estado en el mar durante meses antes de ser arrastrado por la marea yace ahora completamente empapado en una playa que de otro modo estaría limpia. Al colchón le falta un gran trozo y el resto se está desintegrando. Representa una amenaza para la fauna y flora del lugar, así que lo arrastramos hasta una parte de la playa donde no llegan las olas con el compromiso de volver para tirarlo cuando ya esté seco.
Sin embargo, ¿cómo te desprendes de un viejo colchón formado por miles de millones de minúsculas partículas de plástico que van perdiendo formaldehído y otros productos químicos potencialmente peligrosos? ¿Lo quemas? ¿El fabricante debería desplazarse y recogerlo? Pueden enviar sus respuestas al ministro de Medio Ambiente, Michael Gove, que se ha comprometido a frenar la marea de desechos plásticos y ha anunciado  una consulta sobre un programa de devolución de botellas de plástico en Inglaterra, cuyo objetivo es lograr que la gente recicle más.
Hay que celebrar la iniciativa de Gove, pero es anecdótica y no tendrá ningún impacto sobre el grave y cada vez más importante problema del plástico. El programa está pensado para personas que están hartas de acumular basura y para los espectadores de Planeta Azul, horrorizados por las imágenes de pájaros tragando pajitas de plástico y tortugas ahogadas por bolsas de plástico. Es como si un fumador empedernido renunciara a un solo cigarrillo. 
Desde que empezamos a utilizar polímeros para fabricar productos de plástico a gran escala en los años cincuenta, este subproducto de la industria petroquímica, que utiliza alrededor del 6% de todo el petróleo que extraemos al año, se ha extendido a innumerables procesos de fabricación. En estos momentos el plástico es omnipresente y es imposible de evitar. Está en nuestra ropa, en los envases, en las botellas, en los productos electrónicos, en las bandejas de comida, en las tazas y en la pintura.
Nuestros coches dependen de este material, así como nuestros ordenadores, nuestros tejados y las tuberías del desagüe. Es el material de embalaje preferido a nivel mundial. Dormimos sobre él, lo usamos, lo miramos, y estamos en contacto corporal directo con él de una forma u otra todo el día y la noche.
Tal vez tenga grandes beneficios para nuestra sociedad pero lo cierto es que una vez está entre nosotros, el material más famoso de todos los que ha sido capaz de fabricar el hombre no desaparece durante siglos.
Cuando se expone a la luz solar, al oxígeno o a la acción de las olas, no se biodegrada, sino que simplemente se fragmenta en pedazos cada vez más pequeños, hasta que partículas microscópicas o de tamaño nanométrico entran en la cadena alimenticia, el aire, el suelo y el agua que bebemos.
La popular serie Planeta Azul de BBC y una serie de estudios científicos nos han hecho tomar conciencia de la contaminación que azota nuestros océanos,  pero todavía nos falta información del impacto que muchos productos químicos sintéticos y aditivos que se usan para dar al plástico sus cualidades tienen sobre nuestra salud.
En los últimos años, se han encontrado microplásticos y fibras diminutas, que miden el ancho de un cabello humano o mucho menos, en una extraordinaria gama de productos, como  la miel y el azúcarmariscosagua embotellada y del grifo, cerveza, alimentos procesados,  sal de mesa y refrescos.
El 95% de los adultos que participaron en un estudio realizado en Estados Unidos presentaban bisfenol A en su orina. En otro, se descubrió que  el 83% de las muestras de agua del grifo analizadas en siete países contenían microfibras de plástico. Un estudio publicado la semana pasada evidenciaba contaminación plástica  en más del 90% de las muestras de agua embotellada, que eran de once marcas diferentes. Y a principios de este año se descubrió que el río Tame en Manchester  tenía 517.000 partículas de plástico por metro cúbico de sedimento, casi el doble de la concentración más alta jamás medida en todo el mundo. 
Cuantos más estudios se llevan a cabo, más partículas de plástico encuentran los investigadores en el cuerpo humano. Los mismos científicos que hicieron saltar las alarmas sobre la contaminación del aire provocada por las mortíferas partículas emitidas por los vehículos diésel están encontrando ahora micropartículas de plástico que llueven sobre las ciudades y son lanzadas al aire desde automóviles y zonas de construcción, líneas de lavado y envases de alimentos.
La contaminación por plásticos en lugares interiores podría ser todavía peor que en el exterior ya que un solo lavado de un equipo deportivo o de telas sintéticas hechas por el hombre liberan miles de microfibras en el aire.
En unas jornadas que organizó recientemente en el Reino Unido el grupo Common Seas (Mares Comunes), treinta científicos, doctores y otros expertos compararon información y llegaron a la conclusión unánime de que el plástico está en lo que comemos, bebemos y en el aire que respiramos y representa una amenaza significativa y cada vez más importante para la salud humana.
Según los científicos, si podemos respirar estas partículas y fibras de tamaño micro y nanométrico, también es probable que entren en el torrente sanguíneo, en el tejido pulmonar y en la leche materna, o que se alojen en los sistemas intestinal y respiratorio. Tal vez algunas micropartículas pasen por nuestro cuerpo sin causar daño, pero otras pueden representar una amenaza para nuestra salud. Se sospecha que muchos de ellas son cancerígenos o pueden actuar como disruptoras de hormonas.
Hay consenso de que existen grandes lagunas de conocimiento sobre cómo afectan los microplásticos a la salud humana, y que necesitamos estudios científicos más sólidos. Desconocemos el riesgo de beber agua embotellada o del grifo. No sabemos cuántos plásticos estamos ingiriendo o respirando o qué efectos puede tener para la salud haber estado expuestos durante años a partículas plásticas peligrosas. No sabemos qué concentraciones son seguras para los adultos, y mucho menos para los bebés. Existe una creciente preocupación de que las partículas microplásticas poco estudiadas sean una amenaza para la salud al presentar una fuente potencialmente importante de sustancias químicas tóxicas para el cuerpo humano.
Aunque sabemos desde hace años que algunos de los aditivos utilizados para aumentar la flexibilidad, la transparencia y la durabilidad de los plásticos son químicamente peligrosos, pocos han sido probados en humanos. Algunos países han prohibido ciertos materiales pero no hay un criterio coherente y para las empresas del sector ha sido fácil esquivar esta normativa, ya que han encontrado sustitutos que probablemente sean igual de peligrosos.
No basta con declarar la guerra a las botellas de plástico, las tazas de café o las microperlas que se encuentran en los cosméticos. Necesitamos con urgencia que el Gobierno diseñe un plan de acción para abordar la crisis del plástico de una forma exhaustiva.
Prohibir las bolsas de plástico y los envases de un solo uso sería un buen comienzo pero tenemos que ir mucho más allá. Es necesario reducir la producción de plástico y fomentar alternativas menos nocivas. Es necesario que se prohíban grupos enteros de sustancias químicas nocivas, en vez de ir prohibiendo algunas sustancias una por una. Se debe ayudar a los consumidores a comprender a lo que están expuestos y explicarles qué se puede reciclar, compostar o quemar.
En los años 50 el mundo producía dos millones de toneladas de plástico al año. Ahora la cifra ya es de 330 millones de toneladas anuales, y se prevé que se triplique en 2050. Devolver algunas botellas de plástico no será suficiente. Tampoco lo será sacar de la playa el viejo colchón.
John Vidal fue jefe de la sección de Medio Ambiente de The Guardian
Traducido por Emma Reverter
ETIQUETAS: Plástico polución

miércoles, 4 de abril de 2018

Océanos: el sistema circulatorio de la Tierra, en peligro

Todas las formas de vida de la Tierra dependen del agua marina. Los océanos almacenan la mayor parte de la energía del planeta y las corrientes ayudan a distribuirla, haciendo habitables las latitudes más altas. Pero el ser humano está ocasionando cambios en estas columnas de agua y no se sabe que consecuencias tendrá.


Los mares y océanos son el elemento más importante de nuestro gran hogar, este planeta que denominamos Tierra. En esta gran casa tenemos muchas formas de vida y todas y cada una de ellas, incluida la especie humana, dependen de la presencia de las aguas marinas. Los océanos constituyen más del 99% de la masa viva que hay en nuestro planeta. Así mismo, almacenan la mayor parte de la energía y de otras muchas propiedades que constituyen la base de la vida en nuestro planeta; de hecho, la composición de los principales elementos químicos es similar en el agua de mar y en los seres vivos, una similitud que indudablemente responde a que el origen de la vida tuvo lugar en los mares. Las corrientes oceánicas también contribuyen a la distribución de la energía que nos llega del sol desde las regiones ecuatoriales y tropicales hacia las zonas de latitudes más altas, a partes aproximadamente iguales con los vientos atmosféricos. Sin estas corrientes y vientos, las regiones templadas serían áreas gélidas, no aptas para la especie humana.
Una visión holística de todas estas características nos lleva a imaginar a nuestro planeta como un gran ser vivo, formado por multitud de subsistemas. La interacción de todos estos subsistemas da como resultado un sistema con características sorprendentes, con un comportamiento mucho más rico que el que esperaríamos de la mera suma de los subsistemas: es lo que denominamos un sistema complejo. Y dentro de esta misma perspectiva, con seguridad deberíamos ver a los océanos como el gran sistema circulatorio de nuestro planeta, responsable del almacenamiento y distribución de propiedades como gases, nutrientes y energía.
Este sistema circulatorio oceánico tiene la peculiaridad de que las propiedades fluyen en un sistema abierto – que difiere del sistema cerrado de venas y arterias que encontramos en los mamíferos – el equivalente del sistema linfático. Este sistema circulatorio abierto, con un número de arterias y venas limitado o inexistente, es característico de seres vivos como los crustáceos, moluscos, cefalópodos e insectos. Se trata de un gran sistema linfático (una palabra que proviene del latín “lympha”, que quiere decir agua) que ocupa la mayor parte del cuerpo del animal. Los océanos son por tanto el sistema linfático de la Tierra, con corrientes encargadas de distribuir todas las propiedades para mantener la vida del propio planeta. La huella del ser humano en un planeta atormentado
Una de estas corrientes es la que se ha dado a conocer como la cinta transportadora global ( global conveyor belt), que en lenguaje más técnico se suele llamar circulación meridional profunda ( global overturning circulation). Se trata de una circulación a escala global que se inicia cada invierno en las altas latitudes del Océano Atlántico Norte y en algunos puntos de la plataforma continental Antártica. Durante el invierno, el agua superficial aumenta mucho su densidad y se hunde hasta el fondo oceánico, en lo que representa el comienzo de una ruta planetaria. Durante este viaje, que dura cientos de años, el agua poco a poco se hace menos densa y se acerca a la superficie, eventualmente regresando a las zonas donde se inició el recorrido.

Oxígeno y calor

Este viaje es muy importante para nuestro planeta por dos razones principales. La primera es que el agua regresa a la superficie cargada de nutrientes inorgánicos, que ayudarán a mantener la producción primaria (el proceso de fotosíntesis que utiliza energía solar para transformar el carbono y nutrientes inorgánicos en materia orgánica al tiempo que se produce oxígeno) de las aguas superficiales. Esta producción primaria es aproximadamente la mitad de toda la que ocurre en la Tierra, significando una gran fuente de alimentos (desde las micro-algas hasta los grandes peces) y la mitad del oxígeno que respiramos. La segunda razón es que está corriente contribuye de modo substancial al flujo de calor hacia altas latitudes del Océano Atlántico Norte, alcanzando las costas occidentales de los países del centro y norte de Europa. El calor que traen estas corrientes se libera a la atmósfera y aumenta la temperatura hasta convertir estos países en lugares habitables.
Un claro ejemplo de la importancia de la cinta transportadora es lo que se conoce como el hiato del calentamiento global. Se trata de observaciones que indican que, a diferencia de lo que ocurre en el resto del planeta, durante las últimas dos décadas las aguas de altas latitudes del Océano Atlántico Norte no se están calentando sino enfriando. La explicación sería que la cinta transportadora se ha ralentizado, lo que tiene como consecuencia un menor transporte de calor hacia estas regiones subpolares. OPINIÓN La catástrofe es no hacer nada, por YAYO HERRERO
Los cambios en la intensidad de la cinta transportadora no son nuevos, ya han ocurrido en el pasado de nuestro planeta. Durante los últimos 2,6 millones de años, desde que se expandieron las capas de hielo polar y empezaron las glaciaciones cuaternarias, la Tierra ha experimentado cambios notables en su clima, pasando de épocas relativamente frías (glaciales) a épocas más cálidas (interglaciales). En su fase inicial estas glaciaciones tenían una periodicidad de unos 40 mil años pero durante los últimos 800 mil años la periodicidad ha aumentado a unos 100 mil años. El cambio de la temperatura media global del planeta entre las épocas frías de un máximo glacial y las cálidas de un máximo interglacial es de unos 4 a 7°C, aunque la variación localizada en las altas latitudes ha sido mucho mayor, de unos 15 a 20°C. Estos cambios estuvieron asociados a modificaciones en el ímpetu de la cinta transportadora global, mucho más intensa en las épocas interglaciales que durante las glaciales.

La incertidumbre del cambio

Actualmente estamos en un máximo de época interglacial y tanto la intensidad de la cinta transportadora como la temperatura media del planeta son, de forma natural, relativamente elevadas. Sin embargo, la humanidad está ocasionando cambios significativos en la estructura de la columna de agua – en el océano Atlántico Norte las aguas superficiales se vuelven más cálidas y saladas – que inevitablemente ocasionan modificaciones importantes en la intensidad de la cinta transportadora. Y lo peor es que no sabemos a ciencia cierta hacia donde nos van a llevar esos cambios. Si bien la comunidad científica está de acuerdo en que la emisión de gases tipo invernadero, principalmente asociado a la quema de combustibles fósiles, nos lleva hacia un calentamiento de las capas atmosféricas, existe una notable falta de consenso sobre cuál será su efecto sobre la cinta transportadora global.
Esto es muy importante por cuanto estamos violando de modo flagrante el más elemental principio de prevención: no realizar aquello de lo que desconocemos las consecuencias.

El gran experimento planetario

La humanidad está realizando un gran experimento planetario cuyo resultado podría ser catastrófico. Los cambios en la climatología de algunas regiones – con las consecuencias en términos de temperatura, pluviosidad y biodiversidad – podrían ser extraordinarios. Y estos cambios podrían ocurrir a velocidades muy altas, de modo que no nos daría tiempo para adaptarnos. El aumento que estamos observando en la frecuencia e intensidad de los grandes huracanes podría ser un ejemplo. Del mismo modo que si se tratase de una fiebre o sudoración extrema para eliminar patógenos o toxinas, los huracanes pueden interpretarse como el mecanismo que las capas bajas de la atmósfera utilizan para eliminar el exceso de calor que allí se está acumulando.
Los océanos también tienen el segundo gran rol de cualquier sistema linfático: su capacidad regulatoria o inmunitaria es extraordinaria, si es necesario haciendo que el clima del planeta oscile entre estados interglaciales y glaciales. Así pues, el océano tiene un sistema regulatorio de la acidez del agua (el sistema carbonato) y otro sistema para la regulación de los nutrientes inorgánicos disueltos (producción y remineralización de materia orgánica). Son mecanismos que, al igual que en cualquier ser vivo, permiten que el sistema funcione de un modo optimizado, independiente de si está en un estado de reposo o ejercicio.
La Tierra, o quizás mejor deberíamos llamarla Océano, es muy probablemente el más complejo y eficiente entre todos los sistemas vivos. Como cualquier otro sistema complejo, tiene una elevada capacidad para auto-regularse. Sin embargo, no hay ninguna garantía de que la especie humana, que no es más que un subsistema dentro de la complejidad planetaria, pueda adaptarse de forma similar a esos cambios climáticos.
Este artículo está publicado el número 18 de la revista de eldiario.es: 'Cambio climático: El Planeta Atormentado'.  Hazte socio y te enviaremos a casa nuestras revistas monográficas