miércoles, 20 de enero de 2010

Pero ¿qué son realmente las escorias nucleares?

Hay gobiernos en occidente, como Francia, España e Italia (país éste último donde se ha abierto un encendido debate sobre la re-construcción de plantas nucleares), donde, en grado distinto, la energía nuclear tiene un rol protagonista.


Miércoles, 20 enero 2010

En España, con el actual Gobierno, se ha puesto teóricamente fecha de caducidad a este tipo de energía, pero en Francia es un signo distintivo, casi emblema de desarrollo energético y en Italia, tal vez, volverá a tener peso este tipo de energía

Pero motivos de preocupación por el empleo de este tipo de energía (que no emite CO2) los hay. A continuación señalamos los peligros implícitos en las centrales nucleares:

• Son peligrosas antes, durante y después de la actividad de producción;

• Son peligrosas en caso de graves problemas de suministro de servicios a la planta y de desastres naturales;

• Actualmente es la única manera de producir plutonio útil para las actividades militares;

• Requieren una tecnología sofisticada que, no obstante, puede ser fácilmente obtenida: corrupción y mafia;

• Cuestan demasiado y plazos de construcción muy largos, a menudo impredecibles;

• Son objetivos prioritarios para el terrorismo;

• Tienen el problema de las escorias radiactivas;

Es de señalar que, desde que existen centrales nucleares, es decir, desde hace alrededor de 60 años, a pesar de los abundantes estudios e investigaciones, ni siquiera un kilo de residuos ha sido guardado en total seguridad y surgen dudas justificadas de que esto se pueda lograr en el futuro.

La duración en vida de los elementos más peligrosos es del orden de varios miles de años. A esto hay que añadir una cuestión ética: si en 60 años de investigación e inversiones no hemos podido resolver el problema de los residuos, ¿estamos autorizados a transferirlo a las generaciones futuras?¿Existe o no un deber de solidaridad hacia los que vendrán después de nosotros?

En casi todas las personas alberga una voluntad de dejar la Tierra un poco mejor de lo que se la ha encontrado. ¿Estamos seguros de que dejar en herencia los residuos nucleares a los que vienen después de nosotros es un legado positivo?

Los defensores de la energía nuclear dicen que una solución se encontrará. Pero, ¿estamos seguros? En cualquier caso, sería oportuno resolver el problema antes, y luego, si superados estos (y otros) obstáculos, reanudar el proyecto nuclear.

La tecnología nuclear requiere un estricto control y fiabilidad antes, durante y después de la producción de energía. Sucede en todas partes que algunos industriales y auditores no estén preparados o sean corruptos: el poder del dinero puede subvertir (y ocurre) también a gente que nunca sospecharía de sí misma. Tampoco las clases dirigentes son menos peligrosas. No hay que olvidar que la primera aplicación importante nuclear fue la devastadora bomba atómica en la Segunda Guerra Mundial.

Por tanto, parece razonablemente legítimo preguntarse si la humanidad está madura para manejar este juguete.

Pero qué son realmente las escorias nucleares?

Existen varios tipos de residuos nucleares procedentes de diversos ámbitos, por ejemplo del sanitario, de los laboratorios de investigación y los que provienen de objetos contaminados por manipulación o contigüidad de materiales radiactivos.

Aquí nos centraremos exclusivamente en las escorias producto de la fisión en centrales nucleares. Mientras que en los procesos de combustión tradicionales afectan partes del átomo distintas al núcleo, la reacción nuclear afecta al núcleo. Un neutrón a baja energía afecta al núcleo muy pesado de uranio 235 (U235) que es muy inestable y lo descompone dando lugar a otras sustancias más ligeras, a otros neutrones libres, y a una energía considerable debido a la descomposición de los neutrotes, cuyo valor, según las leyes de Einstein, es igual a E = mc 2. Con dicha reacción cada gramo de uranio desarrolla 84 MJ (lo que equivale a la energía generada por la combustión de dos toneladas de petróleo).

Si cerca del átomo afectado hay otros átomos de uranio 235 en cantidades suficientes para capturar los neutrones que salen de la primera fisión (masa crítica), la reacción se alimenta ella misma en cadena. Si entre las barras de uranio se introducen sustancias moderadoras, que intercepten algunos neutrones, tenemos una reacción controlada que se puede utilizar para producir calor y por lo tanto el comienzo de un proceso industrial de la explotación del calor. De lo contrario, tenemos una explosión (bomba atómica).

Las sustancias que permanecen después de la explotación industrial son los isótopos y son más ligeros que el uranio 235. Los isótopos que conforman las escorias son más de un centenar y muchos de ellos son altamente radiactivos y peligrosos para la salud tales como el cesio 137, yodo 131 y estroncio 90, conocidos en Europa por la explosión de un reactor de Chernobyl en 1986. La intensidad de la radiactividad desciende con el tiempo, los isótopos se transforman en otros isótopos u otras sustancias: los efectos del yodo 131 se reducen a la mitad en unos pocos días, en el caso del cesio 137 y del estroncio 90 se reducen a la mitad en 30 años y siguen siendo peligrosos durante siglos.

El almacenamiento de residuos

Las escorias tras su extracción de los reactores, en concreto de los de segunda y tercera generación, todavía tienen material fértil potencialmente utilizables. Por ello, a veces, las escorias son “vueltas a tratar o reprocesar”. El reprocesamiento es un proceso tecnológicamente muy avanzados, arriesgado y costoso. Implica altos riesgos para el transporte. Durante el reprocesamiento también puede extraer el plutonio 239 (Pu 239).

El plutonio se puede obtener, prácticamente, sólo a través de reacciones nucleares, tiene una radiactividad, de hecho, “eterna” (vida media de 24 mil años, antes de su “enfriamiento”) y de alta toxicidad: un gramo de plutonio puede producir cáncer de pulmón a más de un millón de personas. El plutonio en campo bélico se utiliza para realizar artefactos mucho más poderosos que las que “sólo” emplean el uranio. Así que la producción de electricidad mediante la energía nuclear también puede ser utilizada para producir plutonio que, no obstante, debe ser extraído de los residuos a través de un complejo proceso tecnológico. Por lo que se sabe, esta tecnología está disponible en 6 países, que incluyen los Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Rusia, Japón y la India.

Existen básicamente 2 tipos de residuos: los que salen del reactor y los que quedan después de la reelaboración. Se puede optar por depositar las escoria del reactor cuando salen o tras su reelaboración.

Los volúmenes de escorias reprocesadas son inferiores a las demás y por lo tanto requieren menos espacio de almacenamiento: sin embargo, las escorias reprocesadas tienen una alta densidad de materiales peligrosísimos. Debe tenerse en cuenta que el reprocesamiento, además de aumentar los riesgos de la energía nuclear, es muy cara y muchos países prefieren no llevarlo a cabo.

En cualquier caso, antes de su reprocesamiento o antes de su depósito final, los residuos que salen del reactor tienen que ponerse a enfriar en piscinas ubicadas dentro de las centrales durante más de 5 meses. Al final las escorias, de cualquier tipo, deben ser depositadas en lugares aislados para evitar cualquier contacto físico y radiológico con el mundo exterior. Para ello es necesario establecer un plazo de duración del período de peligro y, por consiguiente, predecir la duración de las carcasas contenedoras y la estabilidad del terreno que las albergan.

Se han estudiado soluciones alternativas como la de dispararlas en el espacio o sumergirlas en las profundidades del mar, pero, afortunadamente, han sido abandonadas. Como se ha visto, hay sustancias que, aunque representen un pequeño porcentaje de escorias, siguen siendo perjudiciales durante plazos larguísimos. El combustible descargado por un reactor de segunda o tercera generación mantiene una alta peligrosidad por un período de tiempo que se calcula del orden de un millón de años. De hecho, el tiempo a considerar para evaluar la intensidad del nivel de radiación aceptable es el necesario para alcanzar niveles aceptables comparables a los del uranio natural.

Un millón de años, también es difícil imaginar: la dimensión de la civilización más evolucionada que conocemos es de 10.000 años. Aparte de estas consideraciones, es fácil deducir que encontrar un sitio y diseñar contenedores que mantengan las características de seguridad para un millón de años no es tarea fácil de llevar a término: deben hacerse suposiciones acerca de la marcha geológica de la tierra y utilizar modelos matemáticos sobre el comportamiento de materiales que la humanidad no posee.

¿Seremos capaces de poner remedio a este gap?

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Jaume Satorra/Greenpeace España

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