Blogpost by Jorge Burgos - 19 enero, 2011 en 17:03
Se habla mucho de la labor del voluntariado en Greenpeace, por lo menos en nuestros blogs y redes sociales, tantas son las preguntas sobre qué es lo que hacemos y cómo involucrarse, que estamos desarrollando un FAQ al respecto. Por el momento me referiré a una pequeña parte de lo que realmente hacemos los voluntarios; no, no hablaré de activistas encadenados, descolgando lienzos o montados en gomónes como solemos ver en la prensa, o como yo llamo “la guinda de la torta”.
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Desde su nacimiento, Greenpeace se ha diferenciado de distintas organizaciones medioambientales por sus valores y forma de actuar. A la no violencia activa, una convicción profunda e internalizada en cada uno de quienes integramos la organización, y que esperamos contagiar al resto de las personas; se agrega la creatividad, que no es otra cosa que una forma atrevida, llamativa, alegre, irónica o distinta de decir lo que los afectados o responsables de los problemas medioambientales no quieren oír.
El realizar una actividad para exponer los problemas ambientales no es antojadizo o algo que se nos ocurrió porque estamos aburridos sin nada que hacer. Es un arduo trabajo que demanda varias etapas, desde investigar, estudiar y entender un hecho. Pasando por buscar la manera más efectiva de lograr nuestro objetivo, dar testimonio y entregar soluciones a los problemas ambientales, en conformidad con nuestra misión y valores. Entendiendo esto, es más sencillo hablar del trabajo que envuelve una actividad pública.
Digamos que la creatividad es algo que se estila en toda la organización y, aunque no seas un excelente diseñador, el dibujo que tienes en mente será el que verás terminado, aun cuando tu bosquejo no represente fielmente tu imaginación, esto funciona como en un episodio de The Simpsons (el 385, exactamente), cuando Otto arregla el camión de helados de Homero basándose en un simple bosquejo. Bueno acá ocurre algo similar, y de un diseño como el de la primera imagen puedes obtener un artilugio como el que veremos al final.
La idea está, ahora el dejarla como se la imaginó el que lo diseño es otra cosa. La labor parece simple -enviémoslo a una empresa de publicidad y ya está-. Podría ser una buena solución, pero (siempre hay un pero) no tenemos el dinero para mandar a hacer este tipo de cosas a una empresa de publicidad. Es acá donde entran en labor los voluntarios, gente ingeniosa y de buen corazón que entrega su tiempo y experiencia sin más afán de recompensa que la satisfacción personal (si, también soy voluntario, ¿se nota?).
Lo primero es definir qué es lo que se busca con el diseño que se solicita crear, algo así como leer la mente del diseñador. Una vez extraída la información bajo sesión de hipnosis, comienza la búsqueda de los materiales más adecuados para crear el artilugio en cuestión, para los que lo vislumbraron en el bosquejo, si, es una brújula, la que regalamos al Ministro Golborne. Los materiales que utilizamos no deben dañar el medio ambiente (debemos dar el ejemplo) y en lo posible deben ser reutilizados, para minimizar nuestro impacto en la naturaleza, ya que siempre puede ser menor el impacto.
Una vez reunidos los materiales, sólo basta con dar unos cortes por aquí, otros por allá, unir, clavar, pegar y ya está, un desastre igual al bosquejo del diseño. Pero como escuchamos alguna vez por ahí, no hay nada que no se solucione con nuestro engrudo especial (dos partes de agua por una de pegamento blanco y papel). Bueno, el resto es simplemente mucha paciencia, un poco de pintura, mucha paciencia, un poco de pegamento, mucha paciencia, algo de escarcha, por supuesto, mucha paciencia y voilà, igual que el diseño.
Bueno, así se cocina en Greenpeace, mucho trabajo de días o incluso meses, con mucha gente ayudando, entregando sus conocimientos, aprendiendo, entrenándose, sacrificando parte de su tiempo. Y lo que finalmente vemos, activistas encadenados, descolgando lienzos o montados en gomónes, son en resumen “la guinda de la torta”, torta que entre todos cocinamos, por un mundo más dulce y sabroso para los que, probablemente, nunca veremos.
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