Los esqueletos ennegrecidos de árboles chamuscados sobresalen de la tierra humeante como picaduras de abejas furiosas. Un olor a ceniza, polvo, y la muerte flota en el aire. Esto no es una escena de una película post-apocalíptica ciudad. Es parte del patrimonio de la humanidad de Tasmania, que alberga algunos de los árboles más antiguos de la Tierra.
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