Según los expertos, cada año se vierten a los océanos del planeta unos 12,7 millones de toneladas de plásticos.
El cachalote, el cetáceo más amenazado en Canarias por la actividad humana EFE
El vertedero en el que se han convertido los océanos en las últimas décadas también pone en grave riesgo a los cetáceos: un estudio publicado este mes revela que al menos tres de cada cien muertes de estos animales pueden atribuirse directamente a problemas derivados de comer plástico.
Desde que en 1970 se descubrió por primera vez basura en el estómago de un cetáceo, se han documentado en todo el mundo 462 casos de ballenas, delfines, cachalotes, calderones... que habían comido objetos extraños; en la mitad de los casos, plásticos.
Pueden parecer pocos, pero los científicos advierten de que se trata de un problema "infravalorado" en unos océanos que reciben cada año 12,7 millones de toneladas de plásticos, porque solo una pequeña parte de los cetáceos que mueren cada año llega hasta la costa y una parte más reducida aún pasa por una necropsia.
Una de las referencias internacionales en patologías de los mamíferos marinos, el Instituto de Sanidad Animal de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), publica en la revista "Environmental Pollution" 36 casos más de cetáceos con cuerpos extraños en su estómago (en la mayoría de los casos bolsas de plástico, pero también tapones, cuerdas, cables, redes e incluso ropa), de los que 13 murieron por ingerirlos (el 2,79 % del total).
Esos 36 casos están extraídos de las 475 necropsias realizadas entre los años 2000 y 2015 por el equipo del catedrático Antonio Fernández a cetáceos varados en las cosas de Canarias, moribundos o ya cadáveres
Este trabajo, cuyas primeras firmantes son Raquel Puig y Yara Bernaldo de Quirós, resulta especialmente significativo por dos motivos: por la cantidad y nivel de detalle de las autopsias (este equipo de la ULPGC estudia todas las muertes de cetáceos que se detectan en las islas) y por el lugar al que se refiere, Canarias.
Con una treintena de especies diferentes de mamíferos marinos presentes en sus costas, Canarias está considerada como uno de los santuarios naturales del planeta para los cetáceos. De hecho, en sus aguas pueden encontrarse cuatro de las especies más amenazadas (las ballenas azul, franca y sei y el rorcual común), además de varias clases de delfines, calderones, cachalotes y zifios.
Pero ese santuario no está a salvo de la marea de plástico que contamina los océanos. Al contrario: se calcula que en esta zona del planeta hay hasta medio kilo de plástico por kilómetro cuadrado de mar en superficie, en parte, porque la Corriente de Canarias arrastra a las islas mucha de la basura del interior del Atlántico.
Los animales que habían ingerido cuerpos extraños entre los necropsiados en la ULPGC en esos 16 años pertenecen a quince especies. Entre ellas, están representadas ocho de los nueve tipos de cetáceos que pueden verse todo el año en Canarias.
Tres animales concretos presentan una importante tasa de ingesta de basura marina en las islas: el calderón gris (cuatro entre 12 muertes de su especie analizadas, el 33,44 %), el cachalote (6 casos entre 28, el 21,43 %) y los zifios (4 casos entre 19, el 21,05 %).
¿Qué le puede pasar a un cetáceo cuando come plástico? Pues que sufre problemas gastrointestinales de todo tipo, que incluyen graves obstrucciones, úlceras sangrantes y perforaciones de estómago.
Este estudio arroja además valiosa información sobre qué tipo de cetáceos están más expuestos a comer plástico: al contrario de lo que esperaban, los científicos han comprobado que las especies de buceo profundo (cazadores selectivos como los calderones, los zifios o los cachalotes) sufren más esos accidentes que las ballenas que engullen grandes masas de agua en superficie y luego la filtran.
La razón de que sea así aún se les escapa, pero los datos corroboran el peligro para los grandes buceadores. Son 21 de los 36 casos y este es el primer estudio que detecta esa tendencia.
También están especialmente expuestos los animales que ya tenían algún tipo de debilidad, más propensos a engullir cualquier "presa", así como las crías y juveniles, menos expertas al escoger su comida (de hecho, solo uno de cada cuatro casos detectados era adulto).
"El impacto de la basura marina en los cetáceos constituye una preocupación de primer orden y debería seguir siendo analizada y comparada con otras áreas geográficas", resumen los autores.
Este equipo científico también aboga por incluir en futuros estudios sobre el impacto de basura marina en los cetáceos a los microplásticos, por su potencial de almacenar contaminantes tóxicos persistentes que luego pasan al organismo del animal que los ingiere.
Desde que en 1970 se descubrió por primera vez basura en el estómago de un cetáceo, se han documentado en todo el mundo 462 casos de ballenas, delfines, cachalotes, calderones... que habían comido objetos extraños; en la mitad de los casos, plásticos.
Pueden parecer pocos, pero los científicos advierten de que se trata de un problema "infravalorado" en unos océanos que reciben cada año 12,7 millones de toneladas de plásticos, porque solo una pequeña parte de los cetáceos que mueren cada año llega hasta la costa y una parte más reducida aún pasa por una necropsia.
Una de las referencias internacionales en patologías de los mamíferos marinos, el Instituto de Sanidad Animal de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), publica en la revista "Environmental Pollution" 36 casos más de cetáceos con cuerpos extraños en su estómago (en la mayoría de los casos bolsas de plástico, pero también tapones, cuerdas, cables, redes e incluso ropa), de los que 13 murieron por ingerirlos (el 2,79 % del total).
Esos 36 casos están extraídos de las 475 necropsias realizadas entre los años 2000 y 2015 por el equipo del catedrático Antonio Fernández a cetáceos varados en las cosas de Canarias, moribundos o ya cadáveres
Este trabajo, cuyas primeras firmantes son Raquel Puig y Yara Bernaldo de Quirós, resulta especialmente significativo por dos motivos: por la cantidad y nivel de detalle de las autopsias (este equipo de la ULPGC estudia todas las muertes de cetáceos que se detectan en las islas) y por el lugar al que se refiere, Canarias.
Con una treintena de especies diferentes de mamíferos marinos presentes en sus costas, Canarias está considerada como uno de los santuarios naturales del planeta para los cetáceos. De hecho, en sus aguas pueden encontrarse cuatro de las especies más amenazadas (las ballenas azul, franca y sei y el rorcual común), además de varias clases de delfines, calderones, cachalotes y zifios.
Pero ese santuario no está a salvo de la marea de plástico que contamina los océanos. Al contrario: se calcula que en esta zona del planeta hay hasta medio kilo de plástico por kilómetro cuadrado de mar en superficie, en parte, porque la Corriente de Canarias arrastra a las islas mucha de la basura del interior del Atlántico.
Los animales que habían ingerido cuerpos extraños entre los necropsiados en la ULPGC en esos 16 años pertenecen a quince especies. Entre ellas, están representadas ocho de los nueve tipos de cetáceos que pueden verse todo el año en Canarias.
Tres animales concretos presentan una importante tasa de ingesta de basura marina en las islas: el calderón gris (cuatro entre 12 muertes de su especie analizadas, el 33,44 %), el cachalote (6 casos entre 28, el 21,43 %) y los zifios (4 casos entre 19, el 21,05 %).
¿Qué le puede pasar a un cetáceo cuando come plástico? Pues que sufre problemas gastrointestinales de todo tipo, que incluyen graves obstrucciones, úlceras sangrantes y perforaciones de estómago.
Este estudio arroja además valiosa información sobre qué tipo de cetáceos están más expuestos a comer plástico: al contrario de lo que esperaban, los científicos han comprobado que las especies de buceo profundo (cazadores selectivos como los calderones, los zifios o los cachalotes) sufren más esos accidentes que las ballenas que engullen grandes masas de agua en superficie y luego la filtran.
La razón de que sea así aún se les escapa, pero los datos corroboran el peligro para los grandes buceadores. Son 21 de los 36 casos y este es el primer estudio que detecta esa tendencia.
También están especialmente expuestos los animales que ya tenían algún tipo de debilidad, más propensos a engullir cualquier "presa", así como las crías y juveniles, menos expertas al escoger su comida (de hecho, solo uno de cada cuatro casos detectados era adulto).
"El impacto de la basura marina en los cetáceos constituye una preocupación de primer orden y debería seguir siendo analizada y comparada con otras áreas geográficas", resumen los autores.
Este equipo científico también aboga por incluir en futuros estudios sobre el impacto de basura marina en los cetáceos a los microplásticos, por su potencial de almacenar contaminantes tóxicos persistentes que luego pasan al organismo del animal que los ingiere.
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